Revista Nuestra Clase nº 2

                                             E d i t o r i a l

 La marcha contradictoria que caracteriza al desarrollo del régimen capitalista de producción se agudiza en la fase imperialista del capital por el sello que le imprime el funcionamiento y dominio del capital monopolista en dicho desarrollo, lo que provoca grandes transformaciones sociales con sus respectivas contradicciones en la lucha de clases. Estas transformaciones en la estructura económica no tocan en lo esencial al carácter privado e individual de la propiedad capitalista pero si a su forma de producción y modo de funcionamiento favoreciendo un desenlace revolucionario si es que el proletariado toma conciencia de la necesidad de dicho desenlace, es decir, actuando conscientemente en la tarea de construir el socialismo previa destrucción político-militar del Estado burgués y acometa la praxis revolucionaria como instrumento político revolucionario para tal fin mediante Guerra Popular.

Tanto el carácter de la guerra en Ucrania, interimperialista, como su forma de desarrollo, burgués convencional, es decir, enfrentamiento de dos o más ejércitos profesionales ligados a los intereses exclusivos de la clase dominante y opresora de los distintos estados enfrentados utilizando al proletariado de dichos estados como carne de cañón bajo la defensa de las respectivas patrias, han puesto de manifiesto el deslindamiento entre la línea revolucionaria y la línea oportunista sobre dicha guerra en el seno de la clase obrera, que al menos se está decantando como lucha de dos líneas. Esto ya es un logro político si lo comparamos con el estado de depauperación en que se encuentra en la actualidad la ideología comunista después del fin del Ciclo de Octubre. Estado que hay que superarlo desde el punto de vista ideológico sobre la base de desarrollar lucha de dos líneas (Balance del Ciclo de Octubre) con el objeto de acometer la tarea de la reconstitución del Comunismo.

La reconstitución del Comunismo terminará con la reconstitución del Partido Comunista, es decir, el proceso de reconstitución del sujeto revolucionario en donde se incluye tanto la elaboración de la Línea General de la revolución proletaria elaborada por la vanguardia a partir del Balance como la materialización de su fusión con las amplias masas, el inicio y desarrollo de la Guerra Popular como praxis revolucionaria para la destrucción del Estado burgués y la construcción del nuevo Estado Proletario, verdadero órgano de poder del proletariado revolucionario sobre el cual va a pivotar la construcción del socialismo. Esta tarea del proletariado actuando como clase para sí parece muy lejana pero se acelerará, sin duda, en la medida que se profundice en el deslinde con la línea oportunista en el seno de la vanguardia teórica, tarea principal en estos momentos de la vanguardias m-l., que no estará terminada hasta que se concluya con el Balance del Ciclo de Octubre, de la que no se puede excluir la formación teórica integral del marxismo como cosmovisión revolucionaria del mundo, la cual necesita un Balance específico con el objeto de elaborar un Plan de Formación que excluya los errores cometidos en los múltiples intentos de abordarlos y desarrollarlos.

En este sentido, entendemos la formación de un modo general como un proceso intelectual por medio del cual los militantes comunistas lograrán comprender, por un lado, el armazón conceptual de la teoría de la revolución proletaria y, por otro, la praxis revolucionaria como fusión de teoría y práctica de la que se compone la lucha de clases en mayúscula, medio por el cual se materializa la construcción del socialismo como realidad social dejando de ser una abstracción. La formación debe tener un carácter continuado pues además de cumplir la función educadora que hemos descrito debe cumplir la función reeducadora, es decir, evitar en la medida de lo posible, las desviaciones propias del pensamiento político burgués, además del pensamiento unilateral de la ciencia dominada por la ideología burguesa.

Aunque nuestro colectivo tiene sus propias ideas al respecto, no nos extenderemos más en esta importante cuestión porque ello debe ser resultado de un amplio debate y profunda reflexión de cuantas organizaciones estén interesadas en llevar a cabo esta tarea, que nosotros consideramos debe ser lo más colectiva posible.

 

 

Carta abierta a otras organizaciones comunistas en torno a la necesidad de la formación marxista en la reconstitución del sujeto revolucionario

Nos dirigimos a vuestra organización para haceros llegar nuestra intención de abrir un espacio sobre formación marxista, tarea que consideramos necesaria para el proceso de reconstitución del sujeto revolucionario, el partido comunista de nuevo tipo. Para que dicha tarea no se convierta en fuego de artificio, como ha ocurrido otras veces, debemos previamente hacer un ejercicio de reflexión sobre el contenido de la formación, es decir, su función y carácter de clase, lo que permitirá orientar correctamente su implementación.

Otro aspecto a tener en cuenta para el desarrollo de dicha tarea es clarificar con nitidez su carácter general, continuado, para que trascienda el método artesanal que, a nuestra opinión ha mantenido hasta ahora, encarcelándolo a los muros de cada colectivo. En este sentido, debemos hacer un esfuerzo para romper este modelo con la finalidad de sustituirlo por uno más amplio y eficaz que permita el despliegue integral de su fuerza para que trascienda tanto las fronteras organizativas individuales como las nacionales de cada Estado, siguiendo el criterio del internacionalismo proletario que caracteriza a la teoría marxista.

En un sentido práctico la formación marxista debe conseguir elevar el nivel de conciencia de los participante -tanto individual como colectivamente- con el objeto de superar el actual compromiso con la causa comunista, muy ligada a la corrección de nuestros propios errores y a la comprensión cabal del marxismo en cuanto a la destrucción de las condiciones sociales de la reproducción capitalista como de la construcción de la sociedad socialista. Para ello es necesario una concepción justa, esto es, acertada y revolucionaria sobre el marxismo como ciencia universal y praxis revolucionaria de la lucha de clases.

Ya nos conocéis de relaciones anteriores en el contexto de la lucha de dos líneas en torno a determinados tema en cuestión, lo que os permitirá tener una opinión más o menos extensa sobre nuestro colectivo. Este conocimiento facilitará valorar positiva o negativamente nuestra propuesta de colaboración, pero para que sea en su justa medida os solicitamos que tengáis en cuenta la importancia del tema que os proponemos antes de tomar cualquier decisión. Por si lo consideráis conveniente para un mayor conocimiento de nuestras posiciones políticas, os mandamos las siguientes direcciones informáticas para que colabore en tal fin.

Página web: www.colectivorc.org

Correo electrónico: chema.colectivorc@gmail.com

P.D. Tenemos ideas concretas sobre el programa general, la elaboración del temario, el funcionamiento de los talleres de trabajo y la organización y desarrollo de los debates pero lo consideramos, en estos momentos, secundario a expensa de la discusión del contenido y orientación de la formación marxista, que puede servir para iniciar un próspero debate sobre el tema que nos ocupa, tanto si se concreta como una tarea con carácter colectivo más allá de las propias fronteras organizativas de los distintos colectivos como si se queda, por los motivos que sean, como una tarea a expensa de las necesidades particulares de cada colectivo.

Julio, 2023

Colectivo por la Reconstitución del Comunismo

 

 

GUERRA PROLETARIA VS. GUERRA BURGUESA

 

Los comunistas en su actividad política parten de una premisa incuestionable: el imperialismo es una sociedad dividida en clase sociales, condición que determina que no puede existir paz social entre países o clases. Ni entre países dominantes y países oprimidos, ni entre clases explotadoras y países explotados.

Bajo la existencia del imperialismo, la paz no es más que, en todo caso, un estado transitorio entre guerras que sirve para preparar el siguiente conflicto bélico. Es imposible mantenerse sin enfrentamientos, desde un punto de vista objetivo, por mucho que las fuerzas reaccionarias quieran hacer creer al proletariado que la paz es un fin en sí mismo.

Esta circunstancia social tiene una explicación sencilla siempre que se quiera comprender con objetividad la existencia de la sociedad imperialista, a saber: la producción está regida por la propiedad privada de los medios de producción, monopolizada por la burguesía. Este origen de la premisa expuesta determina la posición y alternativa política de los comunistas, el sector más avanzado de los explotados, de los que no tienen nada que perder porque carecen de todo. En este sentido, los comunistas aportan a su clase, el proletariado, el medio para emanciparse de su explotación económica y opresión política, la revolución socialista. En esta aportación histórica, la Guerra Popular, es la condición para extinguir definitivamente las guerras; pero mientras tanto la Humanidad tendrá que soportar las guerras burguesas porque ésta es la forma en que se resuelven momentáneamente las contradicciones antagónicas entre las clases en el sistema capitalista.

Dejando sentado dicha premisa y las condiciones de su  existencia, es momento de enunciar la segunda premisa en que se basa la existencia política de los comunistas: eliminar las guerras burguesas mediante la guerra proletaria. Esta guerra es la única que los comunistas consideran justa, tanto por su carácter de clase como por su contenido revolucionario; las otras son injustas, tanto por su carácter de clase como por su contenido reaccionario. Pongamos como ejemplo de este tipo de guerra la invasión de Ucrania: es burguesa, concretamente interimperialista por el enfrentamiento entre diferentes  Estados y bloques capitalistas por dominar económica y, sobre todo, geopolíticamente por la zona geográfica en donde está enclavada Ucrania, en donde ejerce un gobierno y la fracción dominante de la burguesía simpatizantes y con ánimos de pertenecer y permanecer bajo la influencia directa de EE.UU. y U.E. e independizarse de la Federación Rusa. En el afán manifiesto de los países imperialistas por dominar y repartirse el mundo es un error mayúsculo recurrir al romanticismo histórico (revolución bolchevique y existencia de la URSS) o a una pretendida concepción preventiva de carácter defensivo de la guerra (invado a otro país) con el objeto de frenar una hipotética guerra de mayor envergadura de carácter ofensivo (evitar que me invadan). ¿Qué tiene de proletario o revolucionario, preventivo o defensivo la posición del Estado y Federación Rusa? Ninguna, pues cae en los parámetros de las agresiones y guerras burguesas.

Llegado este punto, debemos examinar las diferencias esenciales entre una y otra guerra: la guerra por la reproducción del capital y el reparto de la plusvalía mundial, y la guerra por la eliminación de las condiciones de producción del capital y la emancipación de la clase proletaria con la construcción de nuevas relaciones sociales basadas en la propiedad social de los medios de producción.

Las guerras capitalistas, ya sea en la primera etapa de desarrollo del régimen capitalista de producción, o en su segunda etapa, en el imperialismo, en donde domina el capital monopolista, tienen un contenido económico de dominio y explotación del proletariado y de enfrentamiento entre los distintos capitales por el reparto del mundo. Al margen del factor económico, el principal, también está presente el factor político: siempre es la burguesía la que decide y dirige la guerra y su desarrollo, siendo el proletariado de uno u otro bloque imperialista la clase que sufre las consecuencias del conflicto armado, precisamente la clase que nada se juega en ella, aunque en determinadas situaciones históricas se rebela contra el sistema responsable de su mísera condición social. Para tal fin, la burguesía recurre al argumento del patriotismo, la defensa de la patria, con el propósito de impulsar la participación de la fuerza activa del enfrentamiento, consiguiendo enmascarar lo que verdaderamente hay detrás, esto es, la defensa de los intereses nacionales de su clase dominante, la burguesía.

Las guerras proletarias o guerra por el socialismo son la antítesis de cualquier guerra burguesa tanto en cuanto a su carácter, contenido económico, como a su naturaleza, y dirección política. Su objetivo es destruir al Estado burgués mediante Guerra Popular, y construir nuevas relaciones sociales de producción, es decir, construir el socialismo sobre la base de un nuevo Estado de carácter proletario. El contenido económico de la guerra proletaria no es, precisamente, por el reparto del mundo ni por la apropiación particular del excedente social. La guerra por el socialismo se caracteriza por estar dirigida y realizada por la clase explotada con el propósito de empezar a extinguir la explotación económica. La naturaleza de la dirección de la guerra proletaria no es espontánea ni elitista sino consciente y colectiva de una clase, la explotada y oprimida, contra las condiciones de producción capitalistas y por la construcción de un nuevo orden mundial basado en la propiedad social de los medios de producción. Responde a la naturaleza e  intereses de una clase, el proletariado, para extinguirse como clase, extinguiendo a todas las clases, en bien de la Humanidad.

La guerra proletaria tiene una doble dimensión: por un lado la de abordar la construcción del socialismo a nivel interno, determinado por una relación mutuamente condicionada entre el desarrollo económico (que tiene un nivel de crecimiento mayor que los países imperialistas) y la incorporación de las amplias masas proletarias a la construcción del nuevo orden social (1); y por otro la construcción del internacionalismo proletario como praxis revolucionaria a nivel externo, determinado por una política de apoyo incondicional, tanto económico como político-ideológico, en la reconstitución de los sujetos revolucionarios tano a nivel estatal (Partidos Comunistas) como internacional (Internacional Comunista).

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(1) El seguimiento de esta relación es de suma importancia para la salud política de la construcción del socialismo, pues es la que explica el rumbo del desarrollo de la implantación y desarrollo de las nuevas relaciones socialistas: su carácter y su ritmo, es decir, si avanza o retrocede el proceso de construcción del socialismo.

 

La OTAN se destruye construyendo el socialismo

Por todos es conocido qué es la OTAN según lo recoge literalmente el Tratado Internacional de dicha organización. ¨La finalidad de la OTAN es garantizar la libertad y la seguridad de sus países miembros por medios políticos y militares¨. Su objetivo es la resolución pacífica de controversias. Cuando los esfuerzos diplomáticos no dan frutos la fuerza militar emprende operaciones de gestión de la crisis Art. 5.

Pero lo que el Tratado no recoge explícitamente, y esto es lo importante, es que es un instrumento político-militar de una parte del capital de la fase imperialista, con el objetivo de 1) someter a los pueblos no imperialistas a los intereses del capital monopolista internacional, 2) de servir de barrera disuasoria y práctica contra otros polos imperialista por el reparto del mundo, 3) agredir económica e intervenir militarmente a los distintos Estados que han realizado su transición al socialismo. Es decir, es una organización imperialista de lucha interburguesa y a su vez reaccionaria porque es una amenaza real contra las revoluciones proletarias antes y después de llevarlas a cabo.

Llegado el momento político como el que se está viviendo en estos momentos, donde la invasión de Ucrania lo ejemplifica con el agravamiento de los enfrentamientos interimperialistas, cada cual ocupa su lugar pues los acontecimientos arrastran a los sujetos políticos hacia la cruda realidad retratándolos tal cual son. La burguesía no tiene que ponerse careta para mostrarse cómo es. Defensora de una sociedad podrida y caduca, enseñando los dientes como lobos hambrientos pues al fin y al cabo vive de ello. Explota y oprime el trabajo asalariado para convertir la plusvalía extraída en capital. Pero los agentes del revisionismo y el oportunismo no tienen más remedio que descubrirse políticamente enseñando sus vergüenzas ante el proletariado. Han estado engañando a los obreros cuando vociferaban una y mil veces ¡OTAN NO, BASES FUERA! Ha llegado el momento en el que tienen que mostrar su verdadera cara cuando se trata de colaborar sin ambages con la burguesía. No han tenido pudor de entregarse en manos de la OTAN al reforzar su presupuesto militar y enviar armas al Estado capitalista invadido, Ucrania, porque ha decidido cambiar de bando imperialista e ingresar en el camino de la ¨libertad¨ y el ¨progreso¨ de mano del bloque imperialista occidental (EE.UU.-U.E.), en detrimento del bloque imperialista oriental (China-Rusia). ¡Con qué claridad muestran su traición política al actuar en perjuicio de los intereses estratégicos del proletariado internacional, utilizándolos como moneda de cambio con la burguesía y sus sistema de explotación! Son entregados como carne de cañón en las guerras imperialistas para que mueran por millones.

A China y Rusia se les presentan como los enemigos del democrático capital occidental, paladines de la libertad y los Derechos Humanos, siendo tanto la burguesía de un bloque como del otro enemiga del proletariado internacional. En esta guerra, tanto la burguesía occidental como los agentes del revisionismo y  oportunismo internacional, se glorifica al capital monopolista occidental, manipulando y ocultando al pueblo trabajador las verdaderas causas de la guerra con el objetivo de legitimar las políticas de rearme militar de los países de la OTAN. ¿Quiénes son los verdaderos enemigos del proletariado, de uno y otro pueblo, en las guerras imperialistas?

Los pueblos del mundo entero juegan un papel sumiso en dichas guerras, pues para que sean activos tienen que alzar sus fusiles contra dichas burguesías en sus respectivos Estados. Los medios de comunicación, ya sean escritos como orales y visuales, se encargan de informar maliciosamente a la opinión pública pues saben que esa es la llave para ganarse el apoyo del pueblo. Recurren al nacionalismo y el chovinismo como medio de ganarse su participación desinteresada en el reparto del botín burgués que se representa como interés legítimo de la nación. Este argumento es el viejo caballo de Troya para entrar en las mentes del obrero medio, que lo sigue sin reflexionar lo más mínimo, claro que no lo hace porque está abocado al tiro en la nuca como ocurre en la guerra de Ucrania. La ideología burguesa hace con rigor militar su trabajo, la que no la hace es la ideología proletaria, que se encuentra en términos políticos ausente debido a la derrota sufrida en las dos revoluciones proletarias realizadas durante el siglo pasado.

La burguesía se adapta de por sí a las condiciones políticas del desarrollo del capital, al proletariado no le ocurre lo mismo.  La respuesta es bien sencilla, porque  ha perdido las señas de identidad que la convierte en clase revolucionaria: la asimilación de los principios revolucionarios de la cosmovisión del comunismo y la praxis revolucionaria necesaria para destruir el edificio imperialista y construir nuevas relaciones sociales de producción. Para empezar dicha tarea es necesario empezar por el principio: reconstituir el sujeto revolucionario a partir de la vanguardia m-l a través del Balance del Ciclo de Octubre.

Dejemos de recurrir a palabras huecas en donde esconder la incapacidad ideológica para realizar la tarea encomendada. Hay que partir del reconocimiento de nuestra propia realidad para poder superarla, y esta no es otra que somos muy débiles, lastrados por la incomprensión de la cosmovisión revolucionaria que representa la teoría marxista en praxis revolucionaria. Ahí debemos incidir.

En esto consiste el m-l, en transformar la teoría científica en praxis revolucionaria con el fin de construir una sociedad sin clases sociales, libre de explotación y opresión. Pero para ello hay que construir las bases que lo hagan realidad: la construcción del Partido Comunista. Sin ello todo es ilusión.

Viva la Reconstitución del sujeto revolucionario a través de la lucha de dos líneas

Muerte a la OTAN y a cualquier otro instrumento del imperialismo

Por la revolución Proletaria. Por la Guerra Popular

 

OTAN: Un poco de historia

«La pertenencia de un país a la OTAN es una garantía contra el desarrollo de determinados procesos revolucionarios.» Gral. Alexander Haig, Comandante Supremo de la OTAN (1974-1979)

Al final de la segunda guerra mundial, los días 6 y 9 de agosto de 1945, los Estados Unidos hacen explotar dos bombas nucleares sobre Japón, una en  Hiroshima, la otra en Nagasaki. Causando miles de muertos y heridos.

Cuatro años después, en 1949, se crea la Organización del Atlántico Norte (OTAN)1 que en teoría constituye una alianza militar regional de defensa común entre Europa y América del norte.

Pensada en plena guerra fría, el objetivo declarado de esta organización era asegurar la defensa colectiva de los territorios del bloque del Oeste contra la posible amenaza del Este, especialmente de la Unión Soviética.

La base legal del origen de la creación de la OTAN es el Tratado de Washington, concertado bajo la supervisión de EE.UU. Precede en seis años al Pacto de Varsovia 2. El Tratado de Washington fue firmado por 12 países occidentales el 4 de abril de 1949 y entró en vigor el 24 de agosto de 1949.

El 29 de agosto de 1949 la Unión Soviética detonó con éxito su primer ingenio nuclear, la RDS-1.

Pasado el tiempo, otros países se unen a la Alianza2. Basado en el derecho de legítima defensa individual y colectiva, el Tratado de Washington encuentra su justificación formal en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, que es el núcleo del artículo 5 del Tratado.

Si, en 1949, los firmantes del Tratado insistían sobre el carácter puramente defensivo de la organización otanista3, la realidad actual es bien diferente. Poco a poco, la OTAN se ha autodefinido como “una organización para la gestión de crisis así como emprender un amplio abanico de operaciones y misiones militares4, favoreciendo operaciones múltiples e involucrándose en guerras asesinas y destructivas llevadas cada vez más lejos de las fronteras de sus estados miembros: Irak, Yugoslavia, Afganistán, Libia, Siria…y Ucrania.

La caída del bloque soviético y con él la amenaza que llevó oficialmente los estados occidentales a crear la OTAN, habría puesto en cuestión la existencia de la Alianza, y llevado a su disolución. Pero esto no ha sucedido. Al contrario, en lugar de desaparecer, la OTAN ha conservado sus tropas, extendiendo su presencia en la escena internacional, desplegándose hacia el este y el sur, hasta las fronteras de Rusia. amenazando forzosamente su seguridad.

Con las sucesivas ampliaciones, el desarrollo de nuevos conceptos estratégicos, el reciclaje de antiguas amenazas y la identificación de otras nuevas, la OTAN ha conseguido auto-justificar su existencia. Una existencia, que, además, se aleja cada vez más de su coartada legal inicial: el Tratado de Washington.

Teniendo en cuenta que la OTAN no es ningún club de iguales, constituye una alianza imperialista cuyos miembros se adhieren al paraguas nuclear de EE.UU. y acatan sus ordenes, de ahí que todos los comandantes en jefe de la OTAN sean norteamericanos.

  1. El 4 de abril de 1949, estos países: Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos de América, Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y Reino Unido firmaron el Tratado de Washington. La Alianza se fue ampliando con otros países: Grecia y Turquía (1952), RFA (1955), España (1982), Rep. Checa, Hungría, y Polonia (1999), Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia (2004), Albania y Croacia (2009), Montenegro (2017) y Macedonia del norte (2020).
  2. El Pacto de Varsovia es un tratado de Amistad, Cooperación y Ayuda Mutua, firmado el 14 de mayo de 1955, entre la URSS y los países de Europa del Este (Albania-hasta 1968, Bulgaria, Rumanía, Hungría, Polonia, Checoslovaquia y RDA) Como respuesta a la adhesión de la República Federal Alemana a la OTAN y la política de remilitarización que lo acompaña.
  3. El ministro de Asuntos Exteriores de Bélgica había anunciado cuando la firma del tratado: “Este nuevo Pacto es puramente defensivo”, El presidente Norteamericano Truman añadió igualmente: “Con este Tratado esperamos levantar un escudo contra cualquier agresión”
  4. Operaciones internacionales de España (2019):  https://www.lamoncloa.gob.es/espana/eh18-19/defensa/Paginas/misionesinternacionales.aspx

 

SUMA(R)… y sigue

El 28 de mayo se inició un nuevo ciclo electoral, con su punto de partida en la celebración   de Elecciones Municipales y en las Comunidades Autonómicas ¨no históricas¨ y su conclusión en la convocatoria adelantada de Elecciones Generales el día 23 de Julio.

Después de las dos primeras elecciones de este ciclo electoral, se aclara la tendencia del voto que, parece ser a tenor de los resultados, se desplaza hacia la ¨derecha¨ con lo que el panorama parlamentario puede sufrir un vuelco considerable si es que lo comparamos con las últimas elecciones generales del 2019. Los resultados del 28M, tanto municipales como autonómicos, han hecho temblar al PSOE y los partidos parlamentarios que apoyan al gobierno autodenominado más progresista de la historia, pues es muy probable que sean desalojados de la Moncloa y, lo que es aún peor, que suponga una fuerte pérdida de votos, que es lo que realmente ha movilizado a la dirección del PSOE con el objeto de adelantar a la desesperada la convocatoria electoral.

Tanto el PSOE como sus socios parlamentarios no tenían previsto el vuelco electoral que se ha producido, aunque era relativamente fácil de prever debido a las circunstancias específicas en que se han celebrado estas convocatorias electorales: confirmación definitiva de la desaparición política  de Cs lo que ha permitido el desplazamiento de gran parte de sus votos hacia  las listas populares, concentrando el voto útil en el sector conservador por la no presentación de candidaturas de Vox en muchos municipios, lo que favorecía el desplazamiento del voto hacia las candidaturas del PP, división del voto en el sector progresista, aumento de la abstención, etc.

El PSOE y UP contaban con la seguridad que los votos conseguidos en las últimas elecciones generales del 2019 no se verían mermados sensiblemente, es más pensaban que incluso aumentarían por la labor realizada por el gobierno, es decir, por la gestión económica y por el conjunto de leyes que han ido aprobando y medidas que han ido implementando de las que todo el arco de la derecha rechazaba, tanto por su contenido como por la forma en que se aprobaban, con el apoyo de los ¨independentistas catalanes¨ y los ¨proetatarras¨ como ellos han ido criticado de manera continuada y que al parecer tan buenos resultados han cosechado para sus arcas electorales. La solución que se ha buscado para resolver esta situación pasa por volver a ilusionar, seducir y movilizar al granero de la izquierda, tanto a los que votan habitualmente al PSOE o a otras fuerzas de izquierdas como a los que se abstienen circunstancialmente.

Y ahí es en donde tiene sentido el proyecto de Sumar, plataforma electoral constituida por un batiburrillo de 15 partidos y organizaciones sociales, que tiene la tarea de recuperar y aglutinar el voto a la izquierda del PSOE, ya sea por convencimiento de los votantes, ya sea por una reacción a que se alce con la victoria la derecha (concentración del voto útil). Pero hay algo más profundo, aunque predecible, en el nacimiento de Sumar: además de ser una opción electoral tiene todo el cariz de una operación política alumbrada desde los despachos de Ferraz con el cometido de servir de muleta ortopédica a las intenciones políticas particulares del PSOE de seguir gobernando desde la Moncloa y a los intereses generales de la Democracia burguesa.

En este sentido hay que entender que cualquier convocatoria electoral es una etapa más de la farsa general que representa la democracia capitalista que no tiene otra función que legitimar el sistema democrático-burgués más allá de quién gobierne, pues lo que se pretende es investir de una aureola democrático formal la dictadura del capital. Con el voto emitido, al margen de los resultados, el sistema proyecta ante los individuos un fetichismo del cual se hacen adictos los votantes (haciendo del voto una obligación ciudadana). El voto es la comunión del ciudadano con su sistema, adquiriendo en dicho acto una apariencia de igualdad ante la ley, sin tener en cuenta la distinción de clases por las condiciones sociales en que se produce y la realidad social en que viven.

El juego democrático-burgués está basado en la falsa idea de que somos libres al poder elegir a quienes nos gobiernan, sin tener en cuenta que lo que se vota no es el gobierno sino a quienes nos gobiernan, que en si es totalmente diferente. Por gobierno entendemos al conjunto de leyes y prácticas que determina la existencia de la realidad social; mientras que por quienes nos gobiernan entendemos a los que aplican dichas leyes y prácticas sociales. Las leyes que aplica el gobierno, sea del signo político que sea, son inmutables e intocables para el sistema pues constituyen sus fundamentos sin los cuales no habría orden ni concierto (sino la ley de la jungla como les gusta repetir a la burguesía), siendo su aplicación de obligado cumplimiento para todo gobierno elegido por las urnas, admitiendo la diversidad entre los que las aplican siempre que sea de acuerdo a las leyes existentes introduciendo políticas diversas para flexibilizar sus resultados de acuerdo a las situaciones históricas concretas: las diferencias palpables entre la derecha y la izquierda está en la aplicación de la ley según variaciones que determinan mayor o menor aporte ¨social¨, es decir, servicios públicos a satisfacer.

La izquierda tiene como seña de identidad electoral la aportación presupuestaria destinada a políticas sociales (aportación que es detraída de los presupuestos generales que se nutre fundamentalmente de los impuestos que se le sustraen a los asalariados, una vez explotados durante el trabajo realizado a través del salario que perciben, es decir, primeros son explotados y después esquilmados al tener que pagar por ser explotado. Esta seña de identidad no es más que una fachada para ocultar el apoyo que prestan a la explotación asalariada pues según dicen el Estado les devuelve parte del trabajo que dejan de cobrar mediante aportaciones sociales con la implementación de políticas de servicios públicos esenciales. La desfachatez de la izquierda se mueve en estas argumentaciones ideológicas tramposas con la intención de ganarse el voto obrero con la esperanza de que recibirán a cambio dicho voto en oposición a los partidos conservadores de derecha que dicen son contrarios a dichas políticas al pensar solo en los ricos al apoyar a las empresas con subvenciones y rebajas o eliminaciones de impuestos. La izquierda no comprende cuando una parte de los votos obreros le dan la espalda al no votarlos. Se muestran sorprendidos, como es el caso de las últimas elecciones celebradas, cuando los resultados de los votos no le san favorables y parte de ellos se van a las listas del PP. Todavía tienen la creencia que por ser obreros, la mayoría de ellos le tienen que votar inevitablemente ya que son sus dirigentes naturales. ¿Por qué un obrero tiene que votar a los partidos conservadores o incluso a los de extrema derecha como ocurre en la realidad? Para responder a esta pregunta no tiene respuesta sino perplejidad, lo que les lleva a explorar el camino de recuperar dichos votos por medios ¨democráticos¨, es decir, con operaciones electorales que recuperen nuevamente la ilusión del electorado obrero, que seduzcan con fuegos de artificios políticos al cuidado de clase media, que sustraiga de la abstención la apatía de los indecisos o pasotas mediante el chantaje del voto útil con el objeto de ganar a la derechona o a la extrema derecha como proclaman machaconamente.

Los partidos socialdemócratas que ahora gustan llamarse progresistas saben que el voto popular tiene un carácter líquido y voluble, es decir, que no tiene dueño y varía en cada momento hacia una u otra tendencia política debido a que no es expresión de una conciencia de clase definida, ni tampoco es expresión de una posición política definida sino cautivo de un sistema que lo somete a unas reglas y convenciones sociales. El votante es un ente social que deposita su voto en una urna sin ninguna convicción en un futuro colectivo distinto con arreglo a un plan previsto sino a un presente dependiente de los intereses particulares de cada uno de los votantes. El voto en un sistema democrático-burgués tiene de especial que disuelve la tendencia a la organización colectiva de la lucha de los oprimidos al concentrar la ira de estos en el enemigo principal, el Estado opresor, aunque también es verdad que oculta bajo el velo de la represión el intereses económico y político de la clase dominante que pasa desapercibida al centrar el odio del pueblo en una parte de ella, en los fanáticos y sanguinarios defensores del orden fascista. Esta cualidad de la democracia burguesa, este poder blando (soft power) es la que la hace superior ideológicamente a la dictadura fascista como medio de opresión siendo más efectiva pues consienten ciertas válvulas de escapes para encauzar las reivindicaciones espontáneas populares a través de los grandes medios de expresión profesionalizados al servicio del sistema y de las estructuras sindicales y políticas que colaboran con la clase dominante. Una u otra forma de opresión política burguesa no son más que formas de dominación para perpetuar el modo de producción capitalista, es decir, de reproducción del capital o, lo que es lo mismo, de producir plusvalía y convertirla en capital. Una no es preferible a la otra pues tienen en común el mismo objetivo, aunque con distinta metodología social.

Si así es la socialdemocracia, qué decir del revisionismo y del oportunismo que tienen como cometido principal desprestigiar el marxismo-leninismo y la revolución proletaria con el objeto de entorpecer la derrota de la burguesía y la construcción del socialismo.

El revisionismo justifica su participación en las elecciones burguesas de cualquier tipo en que la democracia es una forma válida de participación ciudadana, que le sirve a la clase obrera ya que pueden luchar con total libertad desde el Parlamento para proponer y conseguir reivindicaciones que mejorarán sus condiciones de vida. Su política parlamentaria es la expresión más fiel de lo que ellos piensan sobre la lucha de clases: la conciliación entre las clases para llegar a acuerdos que beneficien a todos los ciudadanos. Basura política que encadena al proletariado al voto como medio para conseguir las migajas que le ofrece el capital siempre que respeten las condiciones para la explotación asalariada. Lo específico del revisionismo es su renuncia al marxismo y la revolución proletaria en favor de la conciliación de clases por considerarlas innecesaria ya que las diferencias entre ricos y pobres es un problema que la democracia puede resolver mediante el diálogo social y los pactos parlamentarios.

El oportunismo justifica su apoyo a la democracia y la participación en las elecciones burguesas porque educa a las amplias masas en la lucha de clases, en el arte de la política en mayúscula, para cuando llegue el momento de ¨asaltar¨ el poder burgués. Su posición es invariable ante las elecciones: el voto obrero para las organizaciones obreras, hay que votar a la izquierda frente a la derecha. Ante la falta de alternativa política al poder de la burguesía, su mensaje es invariable: apoyar a los partidos de izquierda porque su victoria le reportará alguna ventaja material a los trabajadores. Con ello, los oportunistas someten la estrategia revolucionaria a la táctica reformista de mejor algo que nada; se le pide a los trabajadores que se entreguen a luchar por mejorar sus condiciones de existencia como medio de acumulación de fuerzas y dejar para más adelante la tarea de la revolución, pues todavía no están maduras las condiciones subjetivas. Lo específico del oportunismo es su renuncia al carácter revolucionario del socialismo, considerando la revolución como un acto audaz de una camarilla de líderes que se apoderan de los resortes del Estado burgués e instaurando el socialismo con el simple cambio de titularidad jurídica de los medios de producción de las manos privadas de los capitalistas a las manos del Estado social.

Estos como aquellos deben ser tratados como lo que son: colaboradores de la burguesía y enemigos del proletariado. Es la muralla que separa a la vanguardia marxista del proletariado en la reconstitución del sujeto revolucionario. Es la primera muralla que hay que derribar en la lucha por la construcción del socialismo porque son la reencarnación de la burguesía en el seno de la clase obrera, al cual hay que expulsar ideológica y políticamente mediante una lucha constante a su línea política. Esta tarea no es cosa de un solo día sino labor de una nueva etapa histórica hasta que no se eliminen las clases sociales con la extinción de las condiciones de explotación capitalistas y su sustitución por condiciones de producción comunistas, es decir, un nuevo orden social donde la humanidad elabora sus condiciones de existencias y reproducción mediante un plan previamente concebido y llevado a cabo por las actuaciones de las masas laboriosas.

La labor de la vanguardia comunista ante la Democracia burguesa es denunciar su carácter de clase, sistema político al servicio de la dominación capitalista. Y en cuanto a las elecciones burguesas denunciar, así mismo, su contenido de clase, llamando al BOICOT general sin paliativos, contraponiéndole la Guerra Popular como verdadero medio para derrotar a la burguesía. En la fase imperialista del capital no cabe otra alternativa que la REVOLUCIÓN SOCIALISTA. Por eso preparémonos para hacer realidad esta necesidad histórica del desarrollo social: preparemos las condiciones para la reconstitución del sujeto revolucionario, del PARTIDO COMUNISTA DE NUEVO TIPO, entendido como fusión de la vanguardia con el sector consciente del proletariado.

 

 

Feminismo y Marxismo (II) ¿La mujer es una clase social?

En nuestro anterior trabajo, Feminismo y Marxismo (I), El movimiento feminista y la lucha por la emancipación de la mujer, publicado en Nuestra Clase nº 0, nos centrábamos en el movimiento feminista como expresión de la lucha de las mujeres por la igualdad de género. Llegamos a la conclusión que la corriente de opinión mayoritaria es la que considera al feminismo como la lucha por la consecución de los Derechos Humanos para las mujeres. En este trabajo queremos continuar en el análisis de feminismo, pero desde la teoría y la praxis por la liberación de la mujer al considerarse, para algunas feministas, una clase explotada y oprimida por el hombre sin atender en cuenta la distinción de clases sociales determinadas por las relaciones de producción.

Esta teoría de una parte del feminismo es totalmente ajena a la concepción marxista sobre la realidad social que se centra en el desarrollo histórico como expresión de los distintos modos de producción concatenados, diferenciados entre sí por las distintas estructuras que constituyen las relaciones sociales de producción, piedra angular para comprender las leyes que rigen el desarrollo social y sus transformaciones. Con la llegada de la concepción feminista, la Historia se simplifica, pues se reduce al concepto Patriarcado para explicar la división de la sociedad en clases entre hombres y mujeres. Pero como no se puede hacer abstracción de la realidad, es decir, de la división en clases sociales del modo de producción capitalista, se asume el reconocimiento de estas clases aunque supeditadas a otra realidad más determinante: la existencia de otros modos de producción (doméstico y reproductivo) que determinan de una manera general y absoluta la división de la sociedad entre hombres y mujeres como clases antagónicas hasta que la Revolución feminista consiga eliminar el Patriarcado y emancipar a la mujer de su dominio esclavizador.

Todas las tendencias políticas e ideológicas del movimiento feminista persiguen el mismo objetivo: emancipar a la clase mujer mediante su empoderamiento social, aunque no todas recorren el mismo proceso político. El grueso de dicho movimiento se conforma con el simple empoderamiento, esto es, proseguir con el proceso de ir consiguiendo cotas de poder social al ocupar puestos de dirección y decisión en el marco de la sociedad civil (aparatos del Estado) y del tejido empresarial de carácter privado. Sin embargo, hay otra parte minoritaria desde el punto de vista cuantitativo que han argumentado dicho proceso de emancipación mediante un sistema ideológico -se puede considerar especulativo, expresando su carácter de clase burgués por la defensa a ultranza del imperialismo- y su intencionalidad política -reaccionaria, por la crítica feroz a la teoría marxista,  única teoría revolucionaria que articula la alternativa ideológica y política al imperialismo mediante la Revolución proletaria y  construcción del Socialismo, la Dictadura del Proletariado frente a la Dictadura de la Burguesía.

Decimos esto pues es notorio que uno de los grupos que forman parte de esta tendencia en el Estado español, el Partido Feminista, no disimula en argumentar esta posición pues deja claro en sus Tesis de constitución como Partido Feminista, Ediciones de Feminismo, S.A. 1979 (una vez que la mujer es una clase desde el punto de vista económico, clase en sí, la más numerosa y explotada, se tiene que constituir en clase desde el punto de vista político, es decir, en clase para sí) que el socialismo no ha sido capaz de iniciar el proceso de emancipación de la mujer una vez llevado a cabo el proceso de construcción del socialismo al dejarla al margen de los órganos de poder y decisión política, manteniendo las relaciones de dominio patriarcal sobre las que el capitalismo se reproduce: ¨Alcanzada la victoria de aquellos países donde se ha producido una revolución proletaria, las mujeres quedan en un lugar secundario en la sociedad, y siguen siendo explotadas por los hombres en la reproducción, la sexualidad y el trabajo doméstico¨  pág. 18, Tesis . Partido Feminista.

Esta tendencia dice que se apoya en el marxismo (a nuestro entender sólo de palabra como hacen los oportunistas), reconociendo lo que le interesa para sus fines políticos. Utiliza el marxismo de manera aleatoria para llegar a la conclusión de que la mujer constituye una clase social frente a la clase hombre, que la explota y oprime en su propio beneficio a través del modo de producción reproductivo y doméstico. ¨La mujer es un gran grupo, el más numeroso de todas las clases sociales, que ocupa un lugar determinado históricamente por la división sexual del trabajo en dos modos de producción: la reproducción de otros seres humanos y la realización de las tareas domésticas -modo de producción doméstico-. Este gran grupo social, se encuentra en todos los sistemas sociales, oprimido por los hombres de todas las restantes clases sociales relacionado con ellos en régimen de servidumbre, y destinado a la reproducción y al mantenimiento de la fuerza de trabajo en la organización social del trabajo¨ pág. 14, Tesis. Partido Feminista.

Según esta tesis la mujer se escinde en dos: como mujer proletaria, explotada y oprimida por el régimen capitalista de producción, y como mujer, explotada y oprimida por el hombre. En un sentido general, la mujer proletaria está sometida a una doble explotación y opresión; mientras que la mujer burguesa solo está explotada y oprimida por el hombre mediante el dominio patriarcal.

Para el marxismo el concepto de clase está contextualizado en el modo de producción, determinándose las clases; en primer lugar, por las relaciones de producción: una clase es el conjunto de individuos, tanto mujeres como hombres, que tienen en común una misma condición económica, la de poseer medios de producción de manera individual o colectiva, frente a otro conjunto de individuos que tienen en común la no posesión de dichos medios de producción, es decir, la capacidad de explotar fuerza de trabajo ajena, estando obligadas una y otra clase a entenderse mediante relaciones de producción. La naturaleza y carácter de las relaciones de producción determinan las clases en el sentido que cada modo de producción tiene sus propias clases y funciones específicas. Una vez desarrolladas y extendidas estas condiciones económicas, las clases se determinan políticamente dependiendo del lugar que ocupan y de las funciones que realizan en la producción: la clase burguesa apropiándose de la plusvalía, la clase proletaria produciendo plusvalía. Al margen de estas relaciones no existen clases sociales pues sus determinaciones son estrictamente económicas y en ningún caso extraeconómicas.

El concepto clase no es exclusivo del marxismo pues ya existía antes en la literatura política burguesa. Lo novedoso del concepto de clases en el marxismo es su papel en la estructura económica del régimen de producción capitalista. La burguesía reconoce la existencia de las clases sociales pero complementarias, condicionada a entenderse económica y jurídicamente. dentro del marco del modo de producción. Lo que no reconoce la burguesía es el choque de intereses entre ellas, reflejo del antagonismo del propio régimen de producción entre el carácter privado de la propiedad y el carácter social de la producción. Esta contradicción es la que le da una dimensión especial a las distintas clases pues es a través de ella como se resuelve dicha contradicción general: mediante la revolución política a la que está condenada la producción capitalista.

Para el marxismo el concepto sociedad viene determinado por las relaciones sociales de producción, es decir, la naturaleza y el carácter de dicha sociedad. Para la tendencia feminista que estamos analizando lo determinante no son las relaciones económicas sino las extraeconómicas (tipo de familia, relaciones familiares, etc.), que en el caso del capitalismo, como en otros modos de producción, su epicentro son las relaciones patriarcales que se han ido perpetuando a lo largo de la Historia. A ello hay que responder que esta concepción es un auténtico desatino sin ningún sentido materialista y dialéctico, pues el Patriarcado es propio de pequeñas producciones individuales asentadas sobre el principio de la propiedad privada (casi toda la producción era destinada para el autoconsumo de la familia, siendo el pequeño excedente destinado para el cambio). En las sociedades patriarcales lo dominante es la producción familiar sometida al poder paterno del paterfamilias, ejercido por el hombre, propietario de los medios de producción y, por tanto, del producto, que reproduce las condiciones de la familia patriarcal mediante el modo de repartir la herencia: todo para el hijo varón primogénito. Este tipo de familia tiene un fin la pequeña producción privada e independiente, que va desapareciendo conforme se va desarrollando la producción típicamente capitalista.

Bien es verdad que esta transformación de la familia sindiástica a la familia monogámica le dispone a servir al nuevo modo capitalista de producción, a la familia y a la distribución de los roles de cada miembro de la familia. La familia monogámica es la típica familia de la producción capitalista porque adquiere un carácter individual. Este aspecto es muy importante porque supone que cada familia ha de hacerse cargo de su reproducción y mantenimiento, lo que constituye un gran ahorro de tiempo y dinero para la burguesía. Como dice Engels, el gobierno del hogar se transforma en servicio privado, la mujer se convierte en la criada principal sin tomar ya parte en la producción social. Solo la gran industria que caracteriza al capitalismo le ha abierto de nuevo, aunque solo a la proletaria, el camino de la producción social.

En el imperialismo las clases sociales se concentran como la propiedad capitalista de tal modo que existen, por un lado, la burguesía, con sus diferentes sectores, aunque bajo la dirección del capital financiero, y, por otro el proletariado, también con sus diferentes sectores, aunque bajo la dirección política de su vanguardia, en una primera instancia hasta reconstituirse como sujeto revolucionario por la fusión con la clase. Al margen de la estructura económica de la sociedad, es decir, de las relaciones económicas no existen clases como tales sino sectores de clase políticamente proclive a apoyar una u otra en la defensa de sus propios intereses como sectores de clase: así ocurre con la pequeña burguesía no explotadora y con el lumpen proletariado que dependiendo de la situación económica y política tienden a situarse en uno o en otro lado de su clase. En este sentido, el concepto de clase no distingue de género pues la clase está determinado por condiciones económicas -propiedad privada de los medios de producción- y por condiciones sociales -función que realiza en el proceso de producción-, siendo el género una determinación biológica sobre el individuo varón o mujer que no influye en el capitalismo, en la determinación de la clase a la que se pertenece, ya que tanto la propiedad como la producción han adquirido un carácter social, rompiendo el carácter individual de la pequeña producción precapitalista.

Tanto la mujer como sus hijos en la descendencia del varón burgués son burgueses, no por ser familia del burgués sino porque forman parte de la clase burguesa, aunque no exploten directamente, pero si por la capacidad jurídica de la transmisión familiar de la herencia que le reconoce el derecho a la propiedad capitalista. Mientras, viven de la explotación del trabajo ajeno por ser parte de la propiedad capitalista que ejerce el esposo y padre de la familia burguesa. En el caso de la familia proletaria ocurre lo mismo, pero en un sentido inverso: se es proletario, aunque no trabaje porque la familia al que pertenece realiza la función social de producir plusvalía. Por esta razón, la parte femenina que no trabaja no recibe un salario por no trabajar pues el trabajo doméstico es parte del trabajo asalario, está incluido en el salario que percibe el padre de familia: el salario es el precio de la fuerza de trabajo necesaria para la reproducción de la familia en el proceso de producción social; otro aspecto es que dicho salario sea insuficiente para vivir pero como depende de la ley de la oferta y la demanda así se determina su precio, como ocurre con cualquier otra mercancía. Por eso, es absurdo solicitar al capitalista o a su Estado un salario por un trabajo no realizado. En todo caso habrá que reivindicar la extinción del salario, no que se le pague un salario a la mujer que no trabaja en el proceso de producción pues ello la esclavizaría aún más al capital.

La pregunta a este respecto es ¿queremos emancipar al género femenino o extinguir las clases? No nos vamos a extender en este punto dado que es evidente lo que separa al marxismo del feminismo. La revolución proletaria se caracteriza por el objetivo que persigue: destruir el edificio burgués mediante Guerra Popular y construir el socialismo mediante Dictadura del Proletariado. La revolución feminista se centra, por el contrario, en mantener a toda costa el Estado burgués como garantía de la legitimidad de la sociedad imperialista con algunos retoques que se concentra en el reparto de la dirección de la sociedad civil a través del empoderamiento de la mujer. Sostienen que ¨el socialismo no es en absoluto condición suficiente para la liberación de la mujer¨ Cap. IV. pág. 191 Tesis. Partido Feminista.

El socialismo no lo concibe como un proceso histórico de eliminación de las condiciones capitalista de producción bajo la Dictadura del Proletariado, sino una etapa final y estática   de la Historia, que una vez realizada la Revolución proletaria se decretan los cambios oportunos para el final feliz: eliminación de las clases. Esta concepción es propia de mentes idealistas que piensan que los cambios materiales se producen por solo pensarlo y promulgarlos en la Constitución o en el Código penal. Pues no, durante la construcción del socialismo existen las clases heredadas del capitalismo que se reproducen mediante relaciones de producción capitalistas que perviven en lucha con nuevas relaciones de producción para sustituir las antiguas. Este nuevo periodo histórico prepara las condiciones materiales y políticas que harán posible la extinción del Estado y de las propias clases en el comunismo. El socialismo no es un fin sino el medio para una nueva sociedad que el proletariado, lega a la Humanidad.

Esta tendencia del movimiento feminista se da por satisfecho con la toma del poder, su objetivo último, muy propio del oportunismo que persigue cambios en la correlación de fuerzas ¨ hasta alcanzar el poder, la mujer puede llegar a conquistar parcelas de la vida social y económica en los que aumenten su influencia haciendo variar en mayor o menor medida la correlación de fuerzas¨ Cap. V, pág. 209. Tesis. Partido Feminista.

¿Qué significa llegar al poder? Así nos lo explica. ¨Ninguna mujer ha llegado a las máximas esferas del poder teniendo como fin principal los intereses de la mujer¨. Cap. V, pág. 210. Tesis. Partido Feminista.

Para el Partido Feminista llegar al poder significa utilizar el poder explícito burgués. ¡Espléndido razonamiento burgués, típico del oportunismo pequeño burgués. Siguen desarrollando su pensamiento: ¨Las mujeres tienen que reivindicar la libertad y la democracia para el pueblo, y muy especialmente para las mujeres, que hemos sido las que hemos sufrido su falta¨ Cap. V, pág. 211-212. Tesis. Partido Feminista.

Prosigue: ¨El partido único, en estos momentos, es insostenible. Los partidos comunistas bien deberían planteárselo¨ Cap. V, pág. 211-212. Tesis. Partido Feminista.

Conclusión: No se pretende hacer la revolución proletaria ni se propugna el socialismo para la emancipación de la mujer. ¨La forma del Estado de la revolución feminista es la República, que simboliza libertad y liberalismo¨ ¨La República servirá para tener un marco en que se encuadren las reivindicaciones feministas que todas pedimos¨ Cap. V, pág. 221. Tesis. Partido Feminista.

¨Nuestra estrategia es la Dictadura de la mujer para hacer realidad la democracia femenina. Dictadura de la mujer contra aquellas clases que se resistan a dejar sus privilegios de clase y no hayan apoyado en ningún momento la lucha feminista¨. Cap. V, pág.223. Tesis. Partido Feminista.

La Dictadura de la mujer está basado en que las mujeres dominen democráticamente el poder, es decir, ¨el 51% de los aparatos del poder estén en manos de mujeres representantes de los intereses femeninos¨ Cap. V, pág. 223. Tesis. Partido Feminista.

Como vemos, todo muy democrático, hasta el reparto de la representación institucional del aparato burgués. En esto consiste la revolución feminista. No creemos necesario decir mucho más. Con lo dicho es suficiente.

Epílogo

La familia monogámica le viene como anillo al dedo al sistema capitalista, tanto por el dominio histórico que ejerce el varón sobre la mujer por su opresión económica como por el carácter privado e individual que tiene, lo que asegura su sometimiento a los intereses de la reproducción del capital. El hogar de la sociedad burguesa al tener un carácter privado e individual no es un asunto social sino particular de cada familia en donde se presta servicios privados realizados por las mujeres destinadas al mantenimiento y reproducción de la propia familia. Es verdad que con el desarrollo de la producción se le abre la puerta a las mujeres proletarias a salir de las cuatro paredes del hogar para incorporarse a la producción social, creándose la contradicción entre el trabajo social y el trabajo privado que la mujer realiza en el hogar sin recibir nada a cambio. Esta contradicción entre la familia monogámica moderna no se resuelve en el capitalismo pues es necesario que se suprima la familia individual que conforma precisamente la unidad económica de la sociedad burguesa, siendo necesario un cambio en las condiciones de producción para ello, es decir, adecuar el tipo de familia y las relaciones familiares al carácter social de la producción.

En este sentido nuestro Balance sobre el feminismo es negativo, tanto en cuanto a sus diferentes concepciones ideológicas como en cuanto a su expresión práctica, pues es un movimiento consustancial al sistema capitalista, que nace y se desarrolla dentro de los parámetros de la sociedad burguesa, asumiendo sus principios y valores en lo esencial aunque difiera en los distintos roles que desarrollan socialmente el género masculino y el femenino, factor que consideran sustancial para dividir a la sociedad en hombres y mujeres, a la vez que es un freno para conseguir la emancipación de la mujer. La concepción ideológica de sus distintas tendencias no se sitúan en la ruptura con el régimen capitalista de producción sino en la reforma de dicho sistema a través de la democratización de sus instituciones hasta conseguir la plena igualdad jurídica y reparto de poder social entre hombres y mujeres (empoderamiento).

 

V.I. Lenin

TESIS E INFORME SOBRE LA DEMOCRACIA BURGUESA Y LA DICTADURA DEL PROLETARIADO

Presentado al I Congreso de la III Internacional

Moscú, 4 de marzo de 1919

  1. El desarrollo del movimiento revolucionario del proletariado en todos los países ha hecho que la burguesía y sus agentes en las organizaciones obreras forcejeen convulsivamente con el fin de hallar argumentos ideológico-políticos para defender la dominación de los explotadores. Entre esos argumentos se esgrime particularmente la condenación de la dictadura y la defensa de la democracia. La falsedad y la hipocresía de este argumento, repetido en mil variantes por la prensa capitalista y en la Conferencia de la Internacional amarilla de Berna[1], celebrada en febrero de 1919, son evidentes para todos los que no quieren hacer traición a los principios elementales del socialismo.
  2. Ante todo, ese argumento se basa en los conceptos «democracia en general» y «dictadura en general», sin plantear la cuestión de qué clase se tiene presente. Ese planteamiento de la cuestión al margen de las clases o por encima de ellas, ese planteamiento de la cuestión desde el punto de vista -como dicen falsamente- de todo el pueblo, es una descarada mofa de la teoría principal del socialismo, a saber, de la teoría de la lucha de clases, que los socialistas que se han pasado al lado de la burguesía reconocen de palabra y olvidan en la práctica. Porque en ningún país capitalista civilizado existe la «democracia en general», pues lo que existe en ellos es únicamente la democracia burguesa, y de lo que se trata no es de la «democracia en general», sino de la dictadura de la clase es decir, del proletariado, sobre los opresores y los explotadores, es decir, sobre la burguesía, con el fin de vencer la resistencia que los explotadores oponen en la lucha por su dominación.
  3. La historia enseña que ninguna clase oprimida ha llegado ni podría llegar a dominar sin un período de dictadura, es decir, sin conquistar el poder político y aplastar por la fuerza la resistencia más desesperada, más rabiosa, esa resistencia que no se detiene ante ningún crimen, que siempre han opuesto los explotadores. La burguesía, cuya dominación defienden hoy los socialistas, que hablan contra la «dictadura en general» y se desgañitan defendiendo la «democracia en general», conquistó el poder en los países adelantados mediante una serie de insurrecciones y guerras civiles, aplastando por la violencia a los reyes, a los señores feudales, a los esclavistas y sus tentativas de restauración. En sus libros y folletos, en las resoluciones de sus congresos y en sus discursos de agitación, los socialistas de todos los países han explicado miles y millones de veces al pueblo el carácter de clase de esas revoluciones burguesas, de esa dictadura burguesa. Por eso, la defensa que hoy hacen de la democracia burguesa, encubriéndose con sus discursos sobre la «democracia en general», y los alaridos y voces que hoy lanzan contra la dictadura del proletariado, encubriéndose con sus gritos sobre la «dictadura en general», son una traición descarada al socialismo, el paso efectivo al lado de la burguesía, la negación del derecho del proletariado a su revolución, a la revolución proletaria, la defensa del reformismo burgués en un período histórico en el que dicho reformismo ha fracasado en todo el mundo y en que la guerra ha creado una situación revolucionaria.
  4. Todos los socialistas, al explicar el carácter de clase de la civilización burguesa, de la democracia burguesa, del parlamentarismo burgués, han expresado el pensamiento que con la máxima precisión científica formularon Marx y Engels al decir que la república burguesa, aun la más democrática, no es más que una máquina para la opresión de la clase obrera por la burguesía, de la masa de los trabajadores por un puñado de capitalistas. No hay ni un solo revolucionario, ni un solo marxista de los que hoy vociferan contra la dictadura y en favor de la democracia que no haya jurado ante los obreros por todo lo humano y lo divino que reconoce ese axioma fundamental del socialismo; pero ahora, cuando el proletariado revolucionario empieza a agitarse y a ponerse en movimiento para destruir esa máquina de opresión y para conquistar la dictadura proletaria esos traidores al socialismo presentan las cosas como si la burguesía hubiera hecho a los trabajadores el don de la «democracia pura», como si la burguesía hubiera renunciado a la resistencia y estuviese dispuesta a someterse a la mayoría de los trabajadores, como si en la república democrática no hubiera habido y no hubiese máquina estatal alguna para la opresión del trabajo por el capital.
  5. La Comuna de París, a la que de palabra honran todos los que desean hacerse pasar por socialistas, porque saben que las masas obreras simpatizan con ella ardiente y sinceramente, mostró con particular evidencia el carácter históricamente condicionado y el limitado valor del parlamentarismo burgués y la democracia burguesa, instituciones progresivas en alto grado en comparación con el Medievo, pero que exigen inevitablemente un cambio radical en la época de la revolución proletaria. Precisamente Marx que aquilató mejor que nadie la importancia histórica de la Comuna, mostró, al analizarla, el carácter explotador de la democracia burguesa y del parlamentarismo burgués bajo los cuales las clases oprimidas tienen el derecho de decidir una vez cada determinado número de años qué miembros de las clases poseedoras han de «representar y aplastar» (ver- und zertreten al pueblo en el Parlamento. Precisamente ahora, cuando el movimiento soviético, extendiéndose a todo el mundo, continúa a la vista de todos la causa de la Comuna, los traidores al socialismo olvidan la experiencia concreta y las enseñanzas concretas de la Comuna de París, repitiendo la vieja cantinela burguesa de la «democracia en general». La Comuna no fue una institución parlamentaria.
  6. La importancia de la Comuna consiste, además, en que hizo un intento de aniquilar, destruir hasta los cimientos el aparato del Estado burgués, burocrático, judicial, militar y policíaco, sustituyéndolo con una organización autónoma de las masas obreras que no conocía la división entre el poder legislativo y el ejecutivo. Todas las repúblicas democráticas burguesas contemporáneas, comprendida la alemana, a la que los traidores al socialismo, mofándose de la verdad, llaman república proletaria, conservan ese aparato estatal. Por tanto, se confirma una y otra vez con toda evidencia que los gritos en defensa de la «democracia en general» son de hecho defensa de la burguesía y de sus privilegios de explotación.
  7. La «libertad de reunión puede ser tomada como modelo de las reivindicaciones de la «democracia pura.» Cada obrero consciente que no haya roto con su clase comprenderá en seguida que sería una estupidez prometer la libertad de reunión a los explotadores en un período y en una situación en que los explotadores se resisten a su derrocamiento y defienden sus privilegios. La burguesía, cuando era revolucionaria, ni en la Inglaterra de 1649 ni en la Francia de 1793 dio «libertad de reunión» a los monárquicos y los nobles, que llamaban en su ayuda a tropas extranjeras y «se reunían» para organizar intentonas de restauración. Si la burguesía actual, que hace ya mucho que es reaccionaria, exige del proletariado que éste le garantice de antemano la «libertad de reunión para los explotadores, sea cual fuere la resistencia que presten los capitalistas a su expropiación, los obreros no podrán sino reírse del fariseísmo de la burguesía.

Por otra parte, los obreros saben perfectamente que la «libertad de reunión» es, incluso en la república burguesa más democrática, una frase vacía, ya que los ricos poseen todos los mejores locales sociales y privados, así como bastante tiempo libre para sus reuniones, que son protegidas por el aparato burgués de poder. Los proletarios de la ciudad y el campo, así como los pequeños campesinos, es decir, la mayoría gigantesca de la población, no cuentan con nada de eso. Mientras las cosas sigan así, la «igualdad», es decir, la «democracia pura», sería un engaño. Para conquistar la verdadera igualdad, para dar vida a la democracia para los trabajadores, hay que quitar primero a los explotadores todos los locales sociales y sus lujosas casas privadas, hay que dar primero tiempo libre a los trabajadores, es necesario que la libertad de sus reuniones la defiendan los obreros armados, y no señoritos de la nobleza ni oficiales hijos de capitalistas mandando a soldados que son instrumentos ciegos.

Sólo después de tal cambio se podrá hablar de libertad de reunión e igualdad sin mofarse de los obreros, de los trabajadores, de los pobres. Pero ese cambio sólo puede realizarlo la vanguardia de los trabajadores, el proletariado, que derroca a los explotadores, a la burguesía.

  1. La «libertad de imprenta» es asimismo una de las principales consignas de la «democracia pura». Los obreros saben también, y los socialistas de todos los países lo han reconocido millones de veces, que esa libertad será un engaño mientras las mejores imprentas y grandísimas reservas de papel se hallen en manos de los capitalistas y mientras exista el poder del capital sobre la prensa, poder que se manifiesta en todo el mundo con tanta mayor claridad, nitidez y cinismo cuanto más desarrollados se hallan la democracia y el régimen republicano, como ocurre, por ejemplo, en Norteamérica. A fin de conquistar la igualdad efectiva y la verdadera democracia para los trabajadores, para los obreros y los campesinos, hay que quitar primero al capital la posibilidad de contratar a escritores, comprar las editoriales y sobornar a la prensa, y para ello es necesario derrocar el yugo del capital, derrocar a los explotadores y aplastar su resistencia. Los capitalistas siempre han llamado «libertad» a la libertad de lucro para los ricos, a la libertad de morirse de hambre para los obreros. Los capitalistas llaman libertad de imprenta a la libertad de soborno de la prensa por los ricos, a la libertad de utilizar la riqueza para fabricar y falsear la llamada opinión pública. Los defensores de la «democracia pura» también se manifiestan de hecho en este caso como defensores del más inmundo y venal sistema de dominio de los ricos sobre los medios de ilustración de las masas, resultan ser embusteros que engañan al pueblo y que con frases bonitas, bellas y falsas hasta la médula distraen de la tarea histórica concreta de liberar a la prensa de su sojuzgamiento por el capital. Libertad e igualdad verdaderas será el orden de cosas que están instaurando los comunistas, y en él será imposible enriquecerse a costa de otros, no habrá posibilidad objetiva de someter directa o indirectamente la prensa al poder del dinero, no habrá obstáculo para que cada trabajador (o grupo de trabajadores, sea cual fuere su número) posea y ejerza el derecho igual de utilizar las imprentas y el papel que pertenecerán a la sociedad.
  2. La historia de los siglos XIX y XX nos ha mostrado ya antes de la guerra qué es de hecho la cacareada «democracia pura» bajo el capitalismo. Los marxistas siempre han dicho que cuanto más desarrollada y más «pura» es la democracia, tanto más franca, aguda e implacable se hace la lucha de clases, tanto más «puras» se manifiestan la opresión por el capital y la dictadura de la burguesía. El asunto Dreyfus en la Francia republicana, las sangrientas represalias de los destacamentos mercenarios, armados por los capitalistas, contra los huelguistas en la libre y democrática República de Norteamérica, estos hechos y miles de otros análogos demuestran la verdad que la burguesía trata en vano de ocultar, o sea, que en las repúblicas más democráticas imperan de hecho el terror y la dictadura de la burguesía, que se manifiestan abiertamente n cuanto a los explotadores les parece que el poder del capital se tambalea.
  3. La guerra imperialista de 1914-1918 ha revelado definitivamente hasta a los obreros atrasados el verdadero carácter de la democracia burguesa, que es, incluso en las repúblicas más libres, una dictadura de la burguesía. En aras del enriquecimiento del grupo alemán o inglés de millonarios y multimillonarios perecieron decenas de millones de hombres, y en las repúblicas más libres se instauró la dictadura militar de la burguesía. Esta dictadura militar sigue en pie en los países de la Entente incluso después de la derrota de Alemania. Precisamente la guerra es lo que más ha abierto los ojos a los trabajadores; ha arrancado sus falsas flores a la democracia burguesa y ha mostrado al pueblo cuán monstruosos han sido la especulación y el lucro durante la guerra y con motivo de la guerra. En nombre de «la libertad y la igualdad» llevó esa guerra la burguesía, en nombre de «la libertad y la igualdad» se han enriquecido inauditamente los mercaderes de la guerra. Ningún esfuerzo de la Internacional amarilla de Berna podrá ocultar a las masas el carácter explotador, hoy definitivamente desenmascarado, de la libertad burguesa, de la igualdad burguesa, de la democracia burguesa.
  4. En el país capitalista más desarrollado del continente europeo, en Alemania, los primeros meses de plena libertad republicana, traída por la derrota de la Alemania imperialista, han mostrado a los obreros alemanes y a todo el mundo cuál es la verdadera esencia de clase de la república democrática burguesa. El asesinato de Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo no sólo es un acontecimiento de importancia histórica mundial porque hayan perecido trágicamente los jefes y brillantísimas personalidades de la Internacional Comunista, Internacional verdaderamente proletaria, sino también porque se ha puesto de manifiesto con toda plenitud la esencia de clase de un Estado adelantado de Europa, de un Estado –puede afirmarse sin incurrir en exageración– adelantado entre todos los Estados del mundo. El hecho de que los detenidos, es decir, gente que el poder del Estado ha tomado bajo su custodia, hayan podido ser asesinados impunemente por oficiales y capitalistas, gobernando el país los socialpatriotas, evidencia que la república democrática en que ha sido posible tal cosa es una dictadura de la burguesía. La gente que expresa su indignación ante el asesinato de Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo, pero no comprende esta verdad, pone de manifiesto o bien sus pocas luces o bien su hipocresía. La libertad en una de las repúblicas más libres y adelantadas del mundo en la república alemana, es la libertad de asesinar impunemente a los jefes del proletariado detenidos. Y no puede ser de otro modo mientras se mantenga el capitalismo pues el desarrollo de la democracia no embota, sino que agudiza la lucha de clases, que en virtud de todos los resultados e influjos de la guerra y de sus consecuencias ha alcanzado el punto de ebullición.

En todo el mundo civilizado se deporta hoy a los bolcheviques, se les persigue, se les encarcela, como ha ocurrido en Suiza, una de las repúblicas burguesas más libres; en Norteamérica se organizan contra ellos pogromos, etc. Desde el punto de vista de la «democracia en general» o de la «democracia pura» es verdaderamente ridículo que países adelantados, civilizados, democráticos, armados hasta los dientes, teman la presencia en ellos de un puñado de personas de la atrasada, hambrienta y arruinada Rusia, a la que en decenas de millones de ejemplares los periódicos burgueses tildan de salvaje, criminal, etc. Está claro que la situación social que ha podido engendrar tan flagrante contradicción es, de hecho, la dictadura de la burguesía.

  1. Con tal estado de cosas, la dictadura del proletariado no sólo es por completo legítima, como medio para derrocar a los explotadores y aplastar su resistencia, sino también absolutamente necesaria para toda la masa trabajadora como única defensa contra la dictadura de la burguesía, que ha llevado a la guerra y está gestando nuevas matanzas.

Lo principal entre lo que no comprenden los socialistas –y de aquí su miopía teórica, su cautiverio en poder de los prejuicios burgueses y su traición política al proletariado– es que en la sociedad capitalista, cuando la lucha de clases inherente a ella experimenta una agudización más o menos seria, no puede haber nada intermedio, nada que no sea la dictadura de la burguesía o la dictadura del proletariado. Todo sueño en una tercera solución es un reaccionario gimoteo de pequeño burgués. Así lo evidencian tanto la experiencia de más de cien años de desarrollo de la democracia burguesa y del movimiento obrero en todos los países adelantados como, particularmente, la experiencia del último lustro. Así lo dice también toda ciencia de la economía política, todo el contenido del marxismo, que esclarece la inevitabilidad económica de la dictadura de la burguesía en toda economía mercantil, burguesía que nadie puede sustituir de no ser la clase que está siendo desarrollada, multiplicada, unida y fortalecida por el propio desarrollo del capitalismo, es decir, la clase de los proletarios.

  1. Otro error teórico y político de los socialistas consiste en que no comprenden que las formas de la democracia han ido cambiando inevitablemente en el transcurso de los milenios, empezando por sus embriones en la antigüedad, a medida que una clase dominante iba siendo sustituida por otra. En las antiguas repúblicas de Grecia, en las ciudades del Medievo, en los países capitalistas adelantados, la democracia tiene distintas formas y se aplica en grado distinto. Sería una solemne necedad creer que la revolución más profunda en la historia de la humanidad, el paso del poder de manos de la minoría explotadora a manos de la mayoría explotada –paso que se observa por primera vez en el mundo– puede producirse en el viejo marco de la vieja democracia burguesa, parlamentaria, sin los cambios más radicales, sin crear nuevas formas de democracia, nuevas instituciones que encarnen las nuevas condiciones de su aplicación, etc.
  2. Lo que tiene de común la dictadura del proletariado con la dictadura de las otras clases es que está motivada, como toda otra dictadura, por la necesidad de aplastar por la fuerza la resistencia de la clase que pierde la dominación política. La diferencia radical entre la dictadura del proletariado y la dictadura de las otras clases –la dictadura de los terratenientes en la Edad Medía, la dictadura de la burguesía en todos los países capitalistas civilizados– consiste en que la dictadura de los terratenientes y la burguesía ha sido el aplastamiento por la violencia de la resistencia ofrecida por la inmensa mayoría de la población, concretamente por los trabajadores. La dictadura del proletariado, por el contrario, es el aplastamiento por la violencia de la resistencia que ofrecen los explotadores, es decir, la minoría ínfima de la población, los terratenientes y los capitalistas.

De aquí dimana, a su vez, que la dictadura del proletariado no sólo debía traer consigo inevitablemente el cambio de las formas y las instituciones de la democracia, hablando en general, sino precisamente un cambio que diese una extensión sin precedente en el mundo al goce efectivo de la democracia por los hombres que el capitalismo oprimiera, por las clases trabajadoras.

En efecto, esa forma de la dictadura del proletariado que ha sido ya forjada de hecho –el Poder soviético en Rusia, el Räte~System en Alemania, los Shop Stewards Committees y otras instituciones soviéticas análogas en otros países– todas ellas significan y son precisamente para las clases trabajadoras, o sea para la inmensa mayoría de la población, una posibilidad efectiva, real, de gozar de las libertades y los derechos democráticos, posibilidad que nunca ha existido, ni siquiera aproximadamente, en las repúblicas burguesas mejores y más democráticas.

La esencia del Poder soviético consiste en que la base permanente y única de todo el poder estatal, de todo el aparato del Estado, es la organización de masas precisamente de las clases que eran oprimidas por el capitalismo, es decir, de los obreros y los semiproletarios (los campesinos que no explotan trabajo ajeno y que recurren constantemente a la venta, aunque sólo sea en parte, de su fuerza de trabajo). Precisamente las masas que hasta en las repúblicas burguesas más democráticas, aunque con arreglo a la ley sean iguales en derechos, de hecho, por medio de procedimientos y artimañas, se han visto apartadas de la participación en la vida política y del goce de los derechos y libertades democráticos, tienen hoy necesariamente una participación constante y, además, decisiva en la dirección democrática del Estado.

  1. La igualdad de los ciudadanos independientemente de su sexo, religión, raza y nacionalidad, que la democracia burguesa ha prometido siempre y en todas partes, pero que no ha dado en ningún sitio ni ha podido dar debido a la dominación del capitalismo, la realiza inmediatamente y con toda plenitud el Poder soviético, o sea, la dictadura del proletariado, pues eso únicamente puede hacerlo el poder de los obreros, que no están interesados en la propiedad privada sobre los medios de producción ni en la lucha por repartirlos una y otra vez.
  2. La vieja democracia, es decir, la democracia burguesa y el parlamentarismo fueron organizados de tal modo, que precisamente las masas trabajadoras se vieran más apartadas que nadie del aparato de gobernación. El Poder soviético, es decir la dictadura del proletariado está organizado por el contrario de modo que acerca a las masas trabajadoras al aparato de gobernación. El mismo fin persigue la unión del poder legislativo y el poder ejecutivo en la organización soviética del Estado y la sustitución de las circunscripciones electorales territoriales por entidades de producción, como son las fábricas.
  3. El ejército ha sido un aparato de opresión no sólo en las monarquías. Sigue siéndolo también en todas las repúblicas burguesas, incluso en las más democráticas. Sólo el Poder soviético, organización estatal permanente precisamente de las clases oprimidas antes por el capitalismo, está en condiciones de acabar con la subordinación del ejército al mando burgués y de fundir efectivamente al proletariado con el ejército, de llevar efectivamente a cabo el armamento del proletariado y el desarme de la burguesía, sin lo que es imposible la victoria del socialismo.
  4. La organización soviética del Estado está adaptada al papel dirigente del proletariado, la clase más concentrada e ilustrada por el capitalismo. La experiencia de todas las revoluciones y de todos los movimientos de las clases oprimidas y la experiencia del movimiento socialista mundial nos enseñan que sólo el proletariado es capaz de reunir y llevar tras de sí a las capas dispersas y atrasadas de la población trabajadora y explotada.
  5. Sólo la organización soviética del Estado puede en realidad demoler de golpe y destruir definitivamente el viejo aparato> es decir, el aparato burocrático y judicial burgués, que se ha mantenido y debía inevitablemente mantenerse bajo el capitalismo, incluso en las repúblicas más democráticas, siendo, de hecho, la mayor traba para la realización de la democracia para los obreros y los trabajadores. La Comuna de Paris dio el primer paso de importancia histórica mundial por ese camino, y el Poder soviético, el segundo.
  6. La destrucción del poder del Estado es un fin que se han planteado todos los socialistas, entre ellos, y a la cabeza de ellos, Marx. La verdadera democracia, es decir, la igualdad y la libertad, es irrealizable si no se alcanza ese fin. Pero a él sólo lleva prácticamente la democracia soviética, o proletaria, pues, al incorporar las organizaciones de masas de los trabajadores a la gobernación permanente e ineludible del Estado, empieza a preparar inmediatamente la extinción completa de todo Estado.
  7. La bancarrota absoluta de los socialistas que se han reunido en Berna, su absoluta incomprensión de la nueva democracia, es decir, de la democracia proletaria, se ve particularmente en lo que sigue. El 10 de febrero de 1919, Branting cerró en Berna la Conferencia de la Internacional amarilla. El 11 de febrero del mismo año, Die Freiheit, periódico que editan en Berlín los adeptos de dicha Internacional, publicó un llamamiento del partido de los «independientes al proletariado. En este llamamiento se reconoce el carácter burgués del Gobierno Scheidemann, se reprocha a éste el deseo de abolir los Soviets, a los que se llama Täger und Schützer der Revolution –portadores y defensores de la revolución– y se propone legalizar los Soviets, concederles derechos estatales, concederles el derecho de suspender las decisiones de la Asamblea Nacional, sometiéndolas a votación de todo el pueblo.

Esa propuesta es la plena bancarrota ideológica de los teóricos que defendían la democracia y no comprendían su carácter burgués. La ridícula tentativa de unir el sistema de los Soviets, es decir, la dictadura del proletariado, con la Asamblea Nacional, es decir, la dictadura de la burguesía, desenmascara por completo la indigencia mental de los socialistas y socialdemócratas amarillos, su carácter político reaccionario, propio de pequeños burgueses, y sus cobardes concesiones a la fuerza, en crecimiento incontenible, de la nueva democracia, de la democracia proletaria.

  1. Al condenar el bolchevismo, la mayoría de la Internacional amarilla de Berna, que no se ha atrevido a votar formalmente la correspondiente resolución por miedo a las masas obreras, ha procedido acertadamente desde el punto de vista de clase. Precisamente esta mayoría se solidariza por entero con los mencheviques y los socialistas-revolucionarios rusos y con los Scheidemann en Alemania. Los mencheviques y los socialrevolucionarios rusos, al quejarse de que los bolcheviques los persiguen, intentan ocultar que eso ocurre porque participan en la guerra civil al lado de la burguesía, contra el proletariado. De la misma manera, los Scheidemann y su partido han demostrado ya en Alemania que participan de la misma manera en la guerra civil al lado de la burguesía, contra los obreros.

Es completamente natural, por ello, que la mayoría de los hombres de la Internacional amarilla de Berna se haya pronunciado por la condenación de los bolcheviques. Eso no ha sido la defensa de la «democracia pura», sino la autodefensa de gentes que saben y perciben que en la guerra civil se encuentran al lado de la burguesía, contra el proletariado.

Por eso, desde el punto de vista de clase, no puede por menos de reconocerse acertada la decisión de la mayoría de la Internacional amarilla. El proletariado debe afrontar sin temor a la verdad y sacar de ello todas las conclusiones políticas pertinentes.

Camaradas: Yo quisiera añadir alguna cosa más a los dos últimos puntos. Creo que los camaradas que deben informarnos de la Conferencia de Berna nos hablarán de ello con mayor detalle.

En toda la Conferencia de Berna no se ha dicho ni una sola palabra sobre la importancia del Poder soviético. En Rusia llevamos ya dos años discutiendo esta cuestión. En abril de 1917, en la Conferencia del partido, planteamos ya teórica y políticamente la cuestión «¿Qué es el Poder soviético, cuál es su contenido, en qué consiste su importancia histórica?» Llevamos casi dos años discutiendo esta cuestión, y en el Congreso de nuestro partido hemos adoptado una resolución al respecto[2].

El Freiheit, de Berlín, publicó el 11 de febrero un llamamiento al proletariado alemán, firmado no sólo por los líderes de los socialdemócratas independientes de Alemania, sino también por todos los miembros de su minoría parlamentaria. En agosto de 1918, el mayor teórico de los independientes, Kautsky, declaró en su folleto La dictadura del proletariado que era partidario de la democracia y de los organismos soviéticos, pero que los Soviets debían tener únicamente un carácter de gestión económica y no debían reconocerse, de ningún modo, como organizaciones estatales. Kautsky repite lo mismo en los números de Freiheit del 11 de noviembre y del 12 de enero. El 9 de febrero apareció un artículo de Rudolf Hilferding, también considerado como una gran autoridad teórica de la II Internacional. Hilferding propone unir el sistema de los Soviets con la Asamblea Nacional por vía jurídica, a través de la 1egislación del Estado. Eso ocurrió el 9 de febrero. El 11 del mismo mes, dicha propuesta fue aceptada por todo el partido de los independientes y publicada en forma de llamamiento.

A pesar que la Asamblea Nacional ya existe, incluso después de que la «democracia pura» ya es un hecho y que los mayores teóricos de los socialdemócratas independientes han declarado que las organizaciones soviéticas no deben ser organizaciones estatales, ¡a pesar de todo eso, vuelven a vacilar! Ello demuestra que, en realidad, esos señores no han comprendido nada del nuevo movimiento ni de las condiciones de su lucha. Pero, además, Demuestra otra cosa: que debe haber condiciones, causas que motiven esa vacilación. Después de todos estos acontecimientos, después de casi dos años de revolución triunfante en Rusia, cuando se nos ofrecen resoluciones como Las adoptadas en la Conferencia de Berna, en las que no se dice nada de los Soviets ni de su importancia; cuando vemos que en esa Conferencia ningún delegado ha dicho siquiera una palabra sobre el particular en sus discursos, podemos afirmar con todo derecho que como socialistas y como teóricos, todos esos señores han muerto para nosotros.

Pero prácticamente desde el punto de vista de la política, eso es camaradas una demostración de que entre las masas se está produciendo un gran viraje, pues, de otro modo, esos independientes que estaban en teoría y por Principio contra estas organizaciones estatales, no hubieran propuesto de buenas a primeras una necedad como es unir «pacíficamente» la Asamblea Nacional con el sistema de los Soviets, es decir, unir la dictadura de la burguesía con la dictadura del proletariado. Somos testigos de que todos ellos están en bancarrota como socialistas y como teóricos y del enorme cambio que se está produciendo en las masas. ¡Las masas atrasadas del proletariado alemán se acercan a nosotros, se han unido a nosotros! Por tanto, la importancia del Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania, lo mejor de la Conferencia de Berna, es, desde el punto de vista de la teoría y del socialismo, igual a cero; sin embargo, continúa teniendo cierta importancia, y consiste ésta en que esos elementos vacilantes nos sirven de indicador del estado de ánimo de los sectores atrasados del proletariado. En eso, a mi entender, reside la grandísima importancia histórica de esa Conferencia. Nosotros hemos vivido algo parecido en nuestra revolución. Nuestros mencheviques recorrieron casi exactamente el mismo camino de desarrollo que los teóricos de los independientes en Alemania. Al principio, cuando tenían la mayoría en los Soviets, se pronunciaban por éstos. Entonces no se oía más que gritar: «¡Vivan los Soviets!» «¡Por los Soviets!» «¡Los Soviets son la democracia revolucionaria!» Cuando los bolcheviques conquistamos la mayoría en los Soviets, entonaron otra canción, diciendo que los Soviets no debían existir paralelamente a la Asamblea Constituyente; y distintos teóricos mencheviques hacían propuestas casi idénticas, como la de unir el sistema de los Soviets con la Asamblea Constituyente e incluirlos en la organización estatal. Esto revela, una vez más, que el curso general de la revolución proletaria es igual en todo el mundo. Primero la formación espontánea de los Soviets, luego su extensión y desarrollo, más tarde se plantea prácticamente la cuestión: Soviets o Asamblea Nacional, o Asamblea Constituyente, o parlamentarismo burgués; completo desconcierto entre los líderes y, por último, la revolución proletaria. Pero yo creo que después de casi dos años de revolución no debemos plantear la cuestión así, sino que debemos tomar acuerdos concretos, ya que la extensión del sistema de los Soviets es para nosotros, y particularmente para la mayoría de los países de Europa Occidental, la más importante de las tareas.

Quisiera citar aquí una resolución, una sola resolución de los mencheviques. Pedí al camarada Obolenski que la tradujera al alemán. Me prometi6 que lo haría, pero, desgraciadamente, no está aquí. Trataré de reproduciría de memoria, pues no tengo a mano el texto íntegro.

A un extranjero que no haya oído nada del bolchevismo le será muy difícil hacerse una idea de nuestras cuestiones litigiosas. Todo lo que afirman los bolcheviques lo discuten los mencheviques, y viceversa. Naturalmente, en tiempos de lucha no puede ser de otro modo, por ello tiene gran importancia que la última Conferencia del partido de los mencheviques, celebrada en diciembre de 1918, aprobara una extensa y detallada resolución, que fue publicada íntegra en la Gazeta Pechátnikov, periódico menchevique. En esa resolución, los propios mencheviques exponen concisamente la historia de la lucha de clases y de la guerra civil. La resolución dice que ellos condenan a los grupos de su partido que están aliados a las clases poseedoras en los Urales, en el Sur, en Crimea y en Georgia, y se enumeran estas zonas. La resolución condena a los grupos del partido menchevique que, aliados a las clases poseedoras han luchado contra el Poder soviético; el último punto condena también a los que se han pasado a los comunistas. De aquí se desprende que los mencheviques se ven obligados a confesar que en su partido no hay unidad y que están unos al lado de la burguesía y otros al lado del proletariado. La mayor parte de los mencheviques se pasó al lado de la burguesía y durante la guerra civil combatió contra nosotros. Naturalmente nosotros perseguimos a los mencheviques e incluso los fusilamos, cuando participan en la guerra que se nos hace, combaten contra nuestro Ejército Rojo y fusilan a nuestros jefes militares rojos. A la guerra de la burguesía respondimos con la guerra del proletariado: no puede haber otra salida. Así, pues, desde el punto de vista político todo eso no es más que hipocresía menchevique. Históricamente no se comprende como en la Conferencia de Berna, hombres que no han sido declarados dementes oficialmente, pudieron, por encargo de los mencheviques y los socialrevolucionarios, hablar de la lucha de los bolcheviques contra ellos, pero silenciar que ellos, unidos a la burguesía, luchan contra el proletariado.

Todos ellos nos atacan encarnizadamente pues nosotros los perseguimos. Eso es cierto. ¡Pero no dicen ni una sola palabra sobre su participación en la guerra civil! Creo que debo facilitar para el acta el texto integro de la resolución, y ruego a los camaradas extranjeros que le presten atención, pues es un documento histórico que plantea acertadamente el problema y ofrece los mejores elementos de juicio para apreciar el litigio entre las tendencias «socialistas» en Rusia. Entre el proletariado y la burguesía existe gente que ora se clina a un lado, ora al otro; así ha sido siempre en todas las revoluciones y es absolutamente imposible que en la sociedad capitalista donde el proletariado y la burguesía forman dos campos hostiles, no existan entre ellos capas intermedias. La existencia de esos elementos vacilantes es históricamente inevitable, y, desgraciadamente, esos elementos, que no saben ellos mismos al lado de quién van a luchar mañana, seguirán existiendo mucho tiempo todavía.

Quiero hacer una propuesta práctica, que consiste en que aprobemos una resolución en la que deben destacarse especialmente tres puntos.

Primero: Una de las tareas más importantes para los camaradas de los países de Europa Occidental consiste en aclarar a las masas la significación, la importancia y la necesidad del sistema de los Soviets. Se observa que no existe la suficiente comprensión de este problema. Si bien es verdad que Kautsky e Hilferding han fracasado como teóricos, los últimos artículos publicados en Freiheit demuestran, sin embargo, que reflejan fielmente el estado de ánimo de las capas atrasadas del proletariado alemán. En Rusia pasó lo mismo: en los primeros ocho meses de la revolución rusa, el problema de la organización soviética se discuti6 muchísimo, y para los obreros no estaba claro en qué consistía el nuevo sistema ni si se podría formar el aparato del Estado a base de los Soviets. En nuestra revolución, nosotros no avanzamos por el camino de la teoría, sino por el camino de la práctica. Por ejemplo, la cuestión de la Asamblea Constituyente no la planteábamos antes teóricamente y no decíamos que no reconocíamos la Asamblea Constituyente. Sólo más tarde, cuando las organizaciones soviéticas se extendieron por todo el país y conquistaron el poder político, fue cuando nos resolvimos a disolver la Asamblea Constituyente. Ahora vemos que en Hungría y Suiza, la cuestión se plantea de modo mucho más agudo. De una parte, eso está muy bien, pues nos da la firme seguridad de que la revolución avanza más rápidamente en los países de Europa Occidental y nos traerá grandes victorias. De otra parte, ello encierra cierto peligro: concretamente el de que la lucha sea tan vertiginosa, que la conciencia de las masas obreras quede a la zaga del desarrollo. Incluso ahora, la importancia del sistema de los Soviets no está todavía clara para grandes masas de obreros alemanes instruidos políticamente, pues han sido educados en el espíritu del parlamentarismo y en los prejuicios burgueses.

Segundo: Sobre la extensión del sistema de los Soviets. Las noticias de la rapidez con que se propaga la idea de los Soviets en Alemania e incluso en Inglaterra son para nosotros una importantísima demostración de que la revolución proletaria ha de vencer. Únicamente por breve tiempo puede detenerse su marcha. Otra cosa es cuando los camaradas [M.] Albert y [Federico] Platten nos declaran que entre los obreros agrícolas y los pequeños campesinos de sus aldeas apenas si hay Soviets. He leído en Rote Fahne un artículo contras los Soviets campesinos, pero, muy acertadamente, en favor de los Soviets de jornaleros y campesinos pobres.[3] La burguesía y sus lacayos, como Scheidemann y Cía., ya han lanzado la consigna de Soviets campesinos. Pero lo que necesitamos nosotros son Soviets de jornaleros y campesinos pobres. Sin embargo por los informes de los camaradas Albert, Platten y otros colegimos que, excepto en Hungría, se hace muy poco desgraciadamente para la propagación del sistema soviético en el campo. En ello reside, quizá, el peligro, aun real y bastante considerable, de que el proletariado alemán no pueda conquistar la victoria segura. La victoria podrá considerarse garantizada únicamente cuando no solo estén organizados los obreros de la ciudad, sino también los proletarios del campo, y, además, no organizados como antes, en sindicatos y cooperativas, sino en Soviets. A nosotros nos fue más fácil conseguir la victoria porque en octubre de 1917 marchábamos con el campesinado, con todo el campesinado. En este sentido, nuestra revolución era entonces burguesa. El primer paso de nuestro Gobierno proletario fue reconocer en la ley, promulgada por él al día siguiente de la revolución, el 26 de octubre de 1917 (según el viejo calendario), las viejas reivindicaciones de todo el campesinado, expresadas ya bajo Kerenski por los Soviets campesinos y las asambleas rurales. En eso consistía nuestra fuerza, por eso nos fue tan fácil conquistar una mayoría aplastante. Para el campo, nuestra revolución continuaba siendo una revolución burguesa. Y solo mas tarde, al cabo de seis meses, nos vimos obligados en el marco de la organización del Estado, a comenzar en las aldeas la lucha de clases, a instituir en cada aldea comités de campesinos pobres, de semiproletarios, y a luchar sistemáticamente contra la burguesía rural. En Rusia eso fue inevitable, dado su atraso. En Europa Occidental las cosas se producirán de modo diferente y por eso debemos subrayar que es absolutamente necesaria la propagación del sistema de los Soviets, en formas pertinentes, quizás nuevas, también entre la población rural.

Tercero: Debemos decir que la conquista de una mayoría comunista en los Soviets constituye la tarea fundamental en todos los países en los que el Poder soviético aún no ha vencido. Nuestra comisión redactora de las resoluciones discutió ayer este problema. Quizás otros camaradas hablen todavía de ello, pero yo quisiera proponer que estos tres puntos se adopten como resolución especial. Naturalmente, no estamos en condiciones de prescribir el camino que ha de seguir el desarrollo. Es muy probable que la revolución llegue muy pronto en muchos países de Europa Occidental, pero nosotros, como parte organizada de la clase obrera, como partido, tendemos y debemos tender a lograr la mayoría en los Soviets. Entonces estará garantizada nuestra victoria, y no habrá fuerza capaz de emprender nada contra la revolución comunista. De otro modo, la victoria no se conseguirá tan fácilmente ni será duradera. Así, pues, yo quisiera proponer que se aprueben estos tres puntos como resolución especial.

Notas

  1. Del 3 al 10 de febrero de 1919, en Berna – Suiza, se celebró la primera conferencia de partidos chovinistas y centristas con la intención de reconstituir la II Internacional luego de su bancarrota durante la I Guerra Mundial. El problema principal que se discusión en la conferencia fue el de la democracia y la dictadura. En la resolución aprobada por los delegados, se aplaude la revolución en Rusia, Alemania y Hungría, a la vez que se condena la dictadura del proletariado y se elogia la democracia burguesa.]
  2. Lenin hace referencia al acuerdo del VII Congreso Extraordinario del Partido Comunista (bolcheviques) de Rusia, realizado del 6 al 8 de marzo de 1918, sobre el cambio de nombre del partido y su programa.

Ver: «Informe sobre la revisión del programa y el cambio de nombre del partido. 8 de marzo.» en V. I. Lenin, Discursos pronunciados en los congresos del Partido (1918 – 1922) (Moscú: Editorial Progreso, 1976), págs. 38-51. Correspondiente a las págs. 102-114 del T. 27 de las Obras Completas.

  1. Lenin alude al artículo de Rosa Luxemburgo, «Der Anfang» («El comienzo»), en el núm. 3, 18 de noviembre de 1918, de Die Rote Fahne («La Bandera Roja»), periódico central de los espartaquistas y, más tarde, órgano central del Partido Comunista de Alemania (DKP).

El primer congreso (constituyente) de la Internacional Comunista se celebró en Moscú del 2 al 6 de marzo de 1919.
En su trabajo participaron 52 delegados de 35 partidos y grupos de 21 países del mundo

 

 

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