El Covid-19 y las tripas del capitalismo

Para hacer cualquier análisis político o, simplemente, exponer un punto de vista sobre una cuestión general o particular con un mínimo de coherencia es necesario tener en cuenta la realidad social. En nuestro caso esa realidad social es que nos relacionamos en un régimen de producción capitalista, en el cual todos los fenómenos sociales se encuentran atravesados por la ley general del capital, esto es, su revalorización.

Este simple y general punto de partida es determinante si lo que queremos es comprender correctamente las múltiples contradicciones sociales que van surgiendo, como es el caso que nos ocupa (la pandemia desencadenada por el Covid-19) y, sobre todo, para comprender la posición y el estilo de trabajo que adopta la burguesía a través de sus distintos gobiernos en el intento de atajar la situación creada, que lógicamente y debido a su mandato de servir a la clase dominante va dirigido fundamentalmente a minimizar los daños causados de manera transitoria a su régimen de producción. Hay que decir que dicho objetivo se oculta con habilidad detrás de una cínica escenografía para convencer a la opinión pública que lo prioritario es la salud de la población (sobre todo de los ancianos, como si ello le importase un comino), creando un estado de alarma que en lugar de conseguirlo causa más bien un miedo pavoroso a lo desconocido, cuando lo que se debería hacer es una movilización general sobre las condiciones de existencia del virus y los efectos economicos y sociales que va a provocar sobre la población, en especial sobre el proletariado que es la clase que va a sufrir las consecuencias mayoritariamente.

Pero claro la posición y el estilo de cómo se aborda la situación pertenece a los intereses de la clase que lo afronta, ya que como decimos al principio vivimos en una sociedad dividida en clases en donde cada una tiene intereses y objetivos inmediatos y estratégicos radicalmente distintos. En este sentido, si el proletariado tuviera la dirección política de la sociedad, esto es, estuviera en la fase de construcción del socialismo a través de la Dictadura del Proletariado su actuación sería completamente distinta pues hubiera desplegado unas medidas en donde el confinamiento sería una parte pero no la principal del conjunto de las acciones, que repetimos, ahora, tiene el objetivo supremo de proteger el régimen capitalista de producción y no la salud de las personas. Más adelante veremos cómo se tendría que comportar desde un punto de vista revolucionario.

El régimen capitalista de producción ya ha alcanzado su fase superior, esto es, la fase imperialista, en donde el punto de vista burgués en lo que respecta a la ciencia es su aplicación a la economía con el objeto de aumentar su capacidad productiva en la revalorización del capital. Esta es la función que tiene la tecnología en el capitalismo. La ciencia en general (en donde la sanitaria es un negocio particular más, en el caso que actúe como unidad de producción privada; en el caso que lo haga como unidad de producción pública se comporta también al servicio del capital, esta vez social, es decir, en el conjunto de la clase, pues actúa como aparato para la conservación y mantenimiento de la fuerza de trabajo asalariada) y economía en particular unidas para un fin común. El imperialismo ha conseguido por fin el sueño del gran burgués: someter a la clase obrera mundial a una mayor explotación a la vez que somete a las distinas economías locales y nacionales a un sistema general de producción, distribución y consumo, que facilita la finalidad señalada: sumisión del trabajo al capital para centralizar y concentrar la plusvalía en favor de la burguesía a costa de un mayor empobrecimiento de la mayoría de la población.

El paradigma de esta sociedad magnificada por la burguesía son los soportes tecnológicos que llegan al gran público para utilizarlo en la cotidianidad gris del obrero común: móviles, táblets, portátiles, etc. conectados a la gran vía de la «información y la divulgación del conocimiento». Estos soportes proyectan tal fascinación sobre la realidad social como, en su momento, el whisky y el rifle de los vaqueros americanos en la mente del pueblo indio: nubla su vista mostrando su adoración sobre objetos que iban a actuar como instrumentos de exterminio de su pueblo. Ahora no se llega a tal extremo pero ¿hay algún proletario que no desea tener uno en los términos que se emplea por la burguesía? La fascinación por tales soportes enreda de tal forma que hace perder el juicio al que lo posee pues dichos objetos bajo el dominio de la burguesía tienen la capacidad de empañar la verdadera realidad social en la que vive la clase obrera: la lucha por vender su fuerza de trabajo para poder subsistir enmarcada en una espiral de créditos, pago de hipotecas, alquileres, compra de víveres, etc. a costa de dejar sus energías vitales en el proceso de producción capitalista. El drama en que vive el obrero en el imperialismo es exactamente igual que el obrero de principio del capitalismo, aunque ahora agravado ideológicamente por la creencia de vivir en mejores condiciones cuando en realidad está más encadenado al sistema general por los mecanismo crediticios que impone el capital. Este sistema crediticio se convierte en una palanca poderosa a favor del sistema y en contra de cualquier reacción del proletariado por el temor a perder lo poco que posee, que es más aparente que real, lo que fortalece el dominio de la burguesía.

Paralelamente a los procesos de concentración y centralización de la economía mundial en su forma capìtalista (como consecuencia de la generalización de las relaciones capitalistas de producción hasta formar un sistema mundial en donde las distintas economías locales y nacionales constituyen un eslabón de la misma cadena, diferenciándose según sus distintas capacidades productivas y su capacidad de penetración en otras latitudes), las enfermedades también se hacen generales constituyéndose en pandemias por las formas de producir y vivir las distintas poblaciones, que tienden a homogeneizarse por la acción del capital. No hace falta que sea un virus o bacteria quienes propaguen la enfermedad pues las hambrunas, miserias, guerras, etc. son también pandemias características y consecuencias directas de las formas de producción del capitalismo, diferenciado cualitativamente de otros modos de producción, que si bien conformaban también sociedades divididas en clases, no tenían la suficiente capacidad productiva para producir en abundancia para satisfacer las necesidades sociales. El capitalismo, en este sentido es diferente, pues sí tiene esa capacidad debido al grado de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas (esta es su aportación a la sociedad desde el punto de vista histórico). El capitalismo es, en este sentido, un régimen de producción paradójico y, por tanto, más criminal que ningún otro, pues teniendo capacidad de producción hay grandes capas de la población, precisamente de las explotadas, que no pueden satisfacer sus necesidades más vitales. Y todo por la división de la sociedad en clases, por la existencia de la propiedad privada y la forma capalista de explotación de la fuerza de trabajo (según los datos oficiales de la FAO, octubre 2018, cada año se tira a la basura en el mundo 1300 millones de toneladas de alimentos, mientras nueve millones de personas mueren por enfermedades o causas asociadas al hambre y la malnutrición severa, de los cuales más de cinco millones son niños menores de cinco años).

Marx y Engels ya dejaron claro en el Manifiesto Comunista que el Estado siempre tiene un carácter de clase pues es una expresión de las relaciones sociales de producción, una consecuencia del desarrollo histórico de la sociedad, del tránsito de la sociedad primitiva comunista a la sociedad dividida en clases. Y como el Estado burgués no es una excepción su función general es actuar como la representación del capitalista colectivo, encargándose del funcionamiento general del régimen de producción capitalista pensando en los intereses del conjunto de la clase. Lenin, Stalin y Mao al profundizar en el Estado desarrollaron el concepto como la expresión política del modo de producción dominante, al cual había que destruir construyendo otro nuevo de acuerdo a los intereses del proletariado en la edificación del socialismo. Bueno pues el Covid-19 está poniendo de manifiesto lo acertado de dicho principio general de la teoría m-l al sacar a flote las tripas del capitalismo en la crisis sanitaria desatada por la pandemia en donde todas las intervenciones de los gobiernos del mundo capitalista, con una u otra actuación, ponen a disposición del capital todas sus instituciones nacionales e internacionales con las finalidad de salvaguardar el régimen de producción y evitar cualquier intento de conato de levantamiento popular por el posible descontento de la población que se pueda producir (Estado de alarma o emergencia).

La particularidad de esta pandemia es el modo silencioso del contagio de la enfermedad, así como la rapidez de su propagación, actuando de una manera expeditiva sobre la capacidad de la fuerza de trabajo para reproducirse en el proceso productivo y en una cantidad ingente. El efecto de la enfermedad repercute directamente en el proceso de producción de plusvalía pues como se ha podido observar se ha recurrido directamente al confinamiento como medida profiláctica, lo que evidencia el daño que le hace a la burguesía la paralización de la economía. Sin embargo, se ve atenuado por su poca letalidad lo que favorece que la pandemia no actúe peligrosamente sobre el proceso pues se estima que no se va a producir una caída brusca de la fuerza de trabajo disponible, sino más bien todo lo contrario, de ahí que el sistema productivo sufrirá de estrés pero no de colapso, lo que es una buena noticia para la burguesía dentro del tremendo golpe que ha supuesto para la producción de plusvalía. Pero ¿y para la clase obrera? En el otro extremo de la frialidad social el panorama es completamente diferente pues sobre la clase obrera reacaerá todo el peso de la reconstrucción del aparato productivo paralizado durante el periodo de hibernación económica: de manera inmediata recortándole el salario un treinta por ciento a los trabajadores afectados por los ERTE`s, y a continuación viendo cómo se confisca parte de su trabajo de manera gratuita a través de medidas directas e indirectas que se propondrán y se desarrollarán en el Pacto Social que se está fraguando en el Parlamento con el beneplácito de los distintos sindicatos y organizaciones patronales.

Las tripas del capitalismo están en hibernación, aunque en estado de alerta para cuando el Estado consiga enderezar la situación (estabilización y caída de los contagios) para empezar a funcionar nuevamente a pleno rendimiento. A partir de este punto empezarán las verdaderas consecuencias dolorosas para la clase obrera, aunque en estos momentos ya lo está pasando canuta, como dice el refrán castizo: castigada por la enfermedad, confinada en sus casas de pocas dimensiones, vigilada en las calles, reducido el salario una gran parte de sus efectivos y cobrando con retraso. La respuesta del Estado burgués para la clase obrera se queda en relegarla al parasitismo y al consumismo desaforado ante el miedo que se le ha metido en el cuerpo ante la epidemia mientras el Parlamento legisla a sus anchas y a sus espaldas como siempre. El protagonismo que le otorga es para aplaudir desde sus balcones sus ocurrencias.

¿Es este el protagonismo que debe tener el proletariado para defenderse de la pandemia? Nosotros entendemos que no, que ante la pandemia deberíamos tener una posición más activa que meterse simplemente en las casas a esperar que todo pase con las decisiones que otros tomen por nosotros, ya sean científicos o políticos de tres al cuarto que solo tienen entre ceja y ceja la recuperación de la economía capitalista. Pero tampoco estamos de acuerdo con elaborar una serie de reivindicaciones en un papel con el objeto de paliar los efectos de la pandemia, como hacen algunas organizaciones comunistas, porque ello, entre otras cosas, es completamente inútil: ni se pueden realizar porque depende completamente de las intenciones de los gobiernos ni son asumibles por el régimen político porque va en contra de sus intereses, lo que crea falsas ilusiones entre las masas en el Estado burgués, pues lo presentan como neutral, conciliador entre las clases, que si no hace las cosas como es «debido» y ellos piensan es por la torpeza de los gobiernos y no por su carácter de clase y servilismo al régimen de producción capitalista.

Si se quiere hacer agitación y propaganda para las amplias masas en relación con el Covid-19, lo más acertado es denunciar el carácter de clase del Estado capitalista y la posición burguesa del gobierno de turno de acuerdo a su función en los aparatos del Estado, que junto con el Parlamento legislan y dirigen políticamente a la sociedad. Lo que no es acertado es que junto a ello se inserten una serie de propuestas agrupadas en una plataforma para que el Estado las asuma e impulse para detener el desarrollo de la pandemia, cuando se sabe que eso no es posible ya que la burguesía sabe cuales son las medidas que tienen que desarrollar de acuerdo a sus intereses de clase, que dicho sea de paso, nada tienen que ver con la preservación de la salud pública porque esta pandemia no va a conseguir diezmar sobremaneramente la capacidad de reacción de la fuerza de trabajo para seguir completando el ciclo de revalorización del capital. Si lo que se quiere es hacer propaganda dirigida a los obreros más conscientes de su papel de clase y a la vanguardia familiarizada con el marxismo-leninismo, ésta tiene que estar dedicada a cuál debería ser la posición del proletariado revolucionario si estuviera dirigiendo la sociedad para que se comprendiese in situ los diferentes caracteres sociales y el papel de la clase obrera, según su tarea histórica y organización social, en el capitalismo y el socialismo.

¿Entonces qué hacer? Lo mismo que no se proponen peticiones al gobierno de la burguesía para paliar la explotación de la fuerza de trabajo, o propuestas para reformar la legislación constitucional, no se puede aparecer ante la pandemia con peticiones irreales e inútiles, como ya ha sido desmostrado históricamente en multitud de ocasiones: ello, en el mejor de los casos, es oportunismo puro y duro, camino ya andado hace mucho tiempo por el revisionismo. Lo que sí podemos hacer a nivel propagandístico es denunciar al régimen capitalista por su incapacidad para resolver la situación desde los intereses de la clase obrera pues es un régimen que tiene como único objetivo la revalorización del capital, y por el carácter de clase de las medidas políticas que aplican los distintos gobiernos burgueses que van encaminadas a preservar tal objetivo. Es una denuncia para que las masas explotadas comprendan o, al menos, así lo decimos porque es obligación de los comunistas, en las manos de quién están. Ante la situación que sufren directamente no hay velo que lo encubra, a no sea por la propaganda que desde determinados sectores del proletariado le hagan llegar con las estúpidas reivindicaciones que se elaboran apresuradamente y sin ton ni son.

Esto en cuanto a lo inmediato y situándose en el nivel de las amplias masas, que es lo que se puede hacer dada las fuerzas reales con que contamos. En cuanto a las masas más avanzadas, consecuentes con una posición de clase, lo apropiado es elevar la propaganda política a un estadio superior en donde se sitúe el papel de las masas proletarias de acuerdo al tipo de la sociedad que tienen que defender, en donde lo individual, el papel del individuo, no existe separado de lo colectivo, la sociedad no concebida como resultado de fantásticas palabras o proyectos nacidos de la cabeza, sino fruto, por un lado de la lucha de clases contra la explotación de la fuerza de trabajo en distintos modos de producción y, por otro lado, del desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad, por la modernización e invento de los instrumentos de trabajo y a la concentración y centralización de los medios de producción. Es decir, por el devenir de la economía y la lucha de clases que desencadena. En la sociedad socialista supuestamente no existiría el confinamiento colectivo de la población (desactivada como está ahora y perseguida por el ejército y las fuerzas represivas del Estado) , sino activada para realizar las tareas necesarias socialmente (producción de lo necesario y de acuerdo a un plan general), lo que no elimina el confinamiento pero con una perspectiva y contenido distinto. Claro que para ello, el proletariado tendría que estar educado y organizado de diferente forma a como lo está en la sociedad burguesa. En primer lugar, el Estado tendría una función distinta, función destinada a eliminar la propiedad privada capitalista y a instaurar la propiedad colectiva socialista, en donde los individuos en todo momento deben ser agentes activos ( partícipes y conocedores) de la planificación que rige el principio de la producción social, siendo los cargos que ostentan la dirección de los múltiples procesos revocables en todo momento, ejerciendo su labor según el criterio de conocimiento, eficacia y revocabilidad. En segundo lugar, la organización de la clase seguiría el estímulo de colaboración colectiva y aportación social basado en el principio de centralismo democrático, es decir, según el funcionamiento de realizar centralizadamente lo que planifique el Estado discutido, corregido, aprobado e impulsado por las Consejos o Comites obreros, que a su vez los discute, corrige, aprueba e impulsa entre las masas, elevándose hasta la organización superior del Partido como relación dialéctica entre vanguardia y masas.

Sin esta tarea en la construcción de la sociedad socialista (Dictadura del Proletariado) el socialismo tiene el camino asegurado para retroceder al capitalismo en lugar de avanzar hacia el comunismo, sociedad sin clases sociales y, por tanto, sin necesidad del Estado. El socialismo no es punto final, sino fase necesaria de un proceso para la extinción de las clases. El socialismo tampoco es capitalismo socializado, en donde se «transforma» la propiedad privada en propiedad socialista por medio de decretos jurídicos, sino relaciones sociales de producción en continua transformación regida por el principio de la propiedad social colectiva y la centralización democrática de la vida social.

La tarea de la construcción del socialismo pasa hoy por la reconstitución del comunismo, tanto desde el punto de vista ideológico (Balance del Ciclo de Octubre), como desde el punto de vista político (Reconstitución del partido comunista, concebido como relación dialéctica entre vanguardia y masas proletarias que se expresa como movimiento revolucionario que tiene como punto de partido la reconstitución de la vanguardia m-l, tarea en la que nos encontramos actualmente).

Colectivo por la Reconstitución del Comunismo

Abril, 2020

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