La inmadurez política del voto obrero y el crimen del revisionismo en las elecciones burguesas

La tendencia histórica del capital (de la libre competencia al monopolio) coloca a la sociedad en un mar de contradicciones irresolubles y en un dilema de imposible solución dentro del sistema capitalista. La libre competencia engendra el monopolio pero éste no elimina la competencia sino que la hace más aguda e incontrolable, sometiendo a los monopolios a una lucha sin cuartel por el reparto del mundo y la explotación internacional del trabajo asalariado. Lo esencial en la comprensión del imperialismo es que constituye la fase superior y última del capitalismo, en donde no puede superar sus propios límites dado que su desarrollo está sometido a la ley general del capital: crecer más para ser más productivo, que se encuentra con el obstáculo de la revalorización del capital social. El imperialismo es, en este sentido, punto final del capitalismo – no puede superar los estrechos límites con los que la propiedad privada capitalista somete a la producción social – y fin de la sociedad capitalista, siempre y cuando el proletariado asuma la dirección de la sociedad. El imperialismo, por su propia dinámica, no puede ir más allá. Su lugar histórico es el presente pero a caballo con el pasado, tránsito de una nueva sociedad que tiene que construir el proletariado destruyendo los fundamentos y prácticas capitalistas.
Una cosa es la tendencia general y otra muy distinta la realidad social, el estado de las contradicciones sociales en donde se inserta el sujeto histórico que ha de dar solución a dichas contradicciones desde el punto de vista de los intereses del proletariado. Lo que no se puede ocultar es que el proletariado revolucionario ha sufrido un revés en su lucha por derrotar a la burguesía a nivel internacional, fruto de errores todavía no resueltos y que atenazan la reconstitución del partido comunista: entre ellos la concepción organicista del partido – en el que se llega a confundir partido con vanguardia – y la exaltación al movimiento espontáneo de las masas – en donde se somete la labor del partido a seguir a este movimiento para dirigirlo. Es necesario el Balance histórico del Ciclo de Octubre como medio para la reconstitución ideológica y política del Comunismo. Ante tal ausencia se desenvuelven las contradicciones del imperialismo, asumiendo la contradicción interimperialista el papel dominante, al desarrollo de la cual somete las otras contradicciones generales, entre ella la principal, esto es, la constituida por la Burguesía/Proletariado.
La crisis ideológica y política en las que vive la vanguardia proletaria viene de lejos, motivada por una interpretación parcializada del marxismo-leninismo y por la perniciosa e interesada influencia del revisionismo entre sus filas, al cual hay que combatirlo de manera integral mediante el rearme ideológico del comunismo revolucionario. El revisionismo y el oportunismo trabajan sin descanso para hacer el trabajo ideológico que la burguesía necesita en el seno del proletariado: su labor en este terreno es crear desconfianza en la idea de la revolución social y la construcción del socialismo, debido a que son «fruto de una ilusión» sin ninguna base material. Esto siempre está presente en su trabajo político, sea más o menos intenso.
En estos momentos de «calma» en los enfrentamientos de clase, sus esfuerzos se dirigen a justificar las bondades de la democracia burguesa por ser un sistema político en donde se pueden discutir abiertamente las diferencias sociales y las formas de resolverlas pacíficamente. La base teórica y/o ideológica para despotricar de palabra de la democracia burguesa, pero apoyarla de hecho mediante la participación en los comicios burgueses, es la idea que se «fabrican» del Estado. El revisionismo adopta como suyo la concepción burguesa de que el Estado es el órgano que concilia las clases y, por tanto, el destinado a conciliar sus conflictos: se diferencia de los ideólogos burgueses en que el Estado capitalista, además de cumplir esa función, puede evolucionar hacia otro modelo de sociedad mediante el control y regulación política de la mayoría social representada en el Parlamento. El revisionismo niega la evidencia de que el Estado burgués más democrático no puede ser más que una democracia para los explotadores y una dictadura paras los explotados. Y, al revés, el Estado proletario no es más que una democracia para el proletariado y una dictadura que somete a la burguesía, es decir, exclusión de la democracia como la entiende la burguesía (mayoría y minoría).
Se alejan conscientemente de la concepción marxista sobre el Estado, que lo considera un producto histórico, resultado del desarrollo de la sociedad que al llegar a cierto grado se hizo necesario construir un Poder para que concilie las contradicciones que alumbra ese desarrollo. Antes que el Estado existen las clases, producto de la división de la sociedad entre propietarios privados y desposeídos de medios de producción, entre explotadores y explotados. Lo importante de la concepción marxista del Estado es que ese Poder, al ser fruto de las contradicciones irreconciliables de clases, es de todo punto necesario hasta que desaparezcan las clases. Por tanto, dicho poder tiene siempre un carácter que se lo imprime la clase que domina la sociedad y somete a las otras clases al interés de la clase dominante.
Tanto el revisionismo como el oportunismo recurren a la democracia en general como la panacea en que se desenvuelve la plena libertad individual para ocultar su servilismo ante la burguesía. Se apalancan en los aparatos del Estado viviendo a costa del trabajo asalariado de los demás haciendo creer que realizan un servicio a la sociedad. Se apoyan en determinadas citas del marxismo para aparecer revolucionarios de palabra con el propósito de tergiversarlo ante los obreros más conscientes. Hacen grandes planes y programas políticos con el objeto de justificar la necesidad de la colaboración y subordinación de los obreros a la burguesía por el bien de la «economía nacional». Llaman a votar en las elecciones con el propósito de cortar el paso a la derecha más reaccionaria y crear poder obrero. Y todo en nombre de la clase obrera, que es lo más ruin.
Mientras la sociedad capitalista se debate en su putrefacción frente a la revolución proletaria mundial, se convoca cada cierto tiempo al proletariado para que con su colaboración convalide y afiance las viejas instituciones burguesas desde donde se irradia el poder colectivo de la burguesía: ¡ Obediencia al orden constitucional ! El sistema democrático burgués, asentado en el sufragio universal, consigue embaucar a millones de obreros sin ningún sentido de clase para que asistan con su voto a las urnas pensando que contribuyen a hacer efectiva la democracia al elegir a un gobierno representativo de la mayoría de los electores. Dichos obreros asumen como suyo el discurso burgués de que son buenos ciudadanos por el hecho de votar pues piensan que es un derecho que le otorga la sociedad al que no pueden rechazar. Imbuidos en esa creencia pasan por alto que la democracia burguesa lo degrada de ejemplar ciudadano de la jornada electoral a simple obrero asalariado.
 

De ciudadano responsable…

En esta difusa dicotomía se debaten estos obreros sin conciencia de clase: entre los derechos ilusorios que le otorga la legislación burguesa de los derechos universales del ser humano y el derecho efectivo del capital a explotar fuerza de trabajo ajena. Los derechos universales del ciudadano y el derecho de la propiedad privada capitalista son dos conceptos antitéticos pues el proletario no es un ciudadano abstracto sino sometido a las relaciones sociales capitalistas, lo que lo hace concreto, es decir, con obligaciones y derechos distintos que el burgués. El concepto ciudadano tiene un contenido burgués que sirve para designar a personas jurídicas con los mismos derechos, y eso no ocurre entre el capitalista y el obrero, pues al primero se le reconoce la capacidad jurídica de explotar fuerza de trabajo ajena, mientras que al segundo sólo es propietario de su fuerza de trabajo, lo que le obliga económicamente a venderla para que sea explotada. El derecho burgués tiene sentido jurídico en la desigualdad real de las clases sociales.
…A trabajador asalariado y/o parado.

El antiimperialismo no anticapitalista no tiene sentido histórico pues promulga un capitalismo sin monopolios, cuando precisamente el monopolio es engendrado por el desarrollo de las relaciones capitalistas, expresión real del desarrollo de la libre competencia capitalista. Ser consecuente en la actual época histórica. Lo único que tiene sentido en la actual época histórica es ser antiimperialista siendo anticapitalista, y más certeramente siendo comunista pues los comunistas nos basamos en el materialismo dialéctico aplicado como praxis revolucionaria que determina que el proceso histórico está impulsado por la lucha de clases como expresión social de la contradicción económica entre la propiedad privada de los medios de producción y la explotación privada del trabajo social. Esta lucha de clases en el capitalismo alcanza su cénit cuando se abre paso la revolución a nivel internacional.
Para ello es necesario que el proletariado como clase se constituya en partido político de nuevo tipo, es decir, en sujeto consciente de su cometido histórico: la revolución socialista. La derrota de la burguesía es un acto necesario, proceso que tiene su inicio en la reconstitución del partido, concebido como movimiento revolucionario, fusión de la vanguardia proletaria y el sector del proletariado con conciencia de clase, que a través de la Guerra Popular construirá el nuevo Estado proletario a la vez que destruirá el viejo Estado burgués.
Sin esta concepción de la lucha de clases es imposible posicionarse correctamente ante las distintas manifestaciones sociales de la burguesía. Por ejemplo las convocatorias electorales. El próximo 28 de Abril se abre un nuevo proceso electoral para elegir en los distintos estamentos del Estado al cuerpo de funcionarios-políticos que a las órdenes de la burguesía jurarán o prometerán lealtad y obediencia a la Constitución. Todos los partidos que concurren a las elecciones contribuirán de una u otra forma a fortalecer el sistema capitalista pues con su participación entran a formar parte interesada en el Estado, o a embellecerlo ante los ojos de los millones de explotados por este sistema al darle a entender que es neutral pues sirve para conciliar la vida social, buscando el entendimiento entre las clases y el bien común al imponer que se cumpla la ley.
Ahora bien, el proletariado ha de tomar conciencia de que para cambiar el estado actual de explotación y dominio no se puede ser respetuoso con el Estado que sirve a la burguesía para su dominación sobre nuestra clase.
El Estado burgués, como cualquier otro Estado, no es neutral. Ello nos indica, al menos a los proletarios, que tenemos que desconfiar de los principios y fines de dicho Estado, rechazando la colaboración con sus directrices mediante su boicoteo. BOICOT y DESTRUCCIÓN son las consignas de los explotados contra el Estado burgués. BOICOT durante el proceso de reconstitución del partido. DESTRUCCIÓN en los momentos de lucha decidida mediante Guerra Popular. Ante el Estado burgués no cabe ningún argumento que justifique la colaboración. El proletariado como clase habrá alcanzado su madurez cuando se haya constituido como partido comunista y, entonces, ya no tendrá duda de cómo comportarse y qué hacer con el Poder colectivo de la burguesía: destruirlo construyendo otro apropiado a su tarea histórica, la construcción del comunismo, con lo que se extinguirá todo Estado.
 

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