Feminismo y Marxismo

 1ª  Parte. El movimiento feminista y la lucha por la emancipación de la mujer

El imperialismo saca a flote de una manera descarnada las contradicciones del régimen capitalista de producción, entre ellas las referidas específicamente a las de las mujeres proletarias. Éstas, además de ser explotadas y oprimidas por dicho régimen, son objeto de agresiones físicas y sexuales, como las mujeres de otras clases, debido al concepto formado sobre ellas, las cuales son consideradas amorosas madres cuando cuidan de sus hijos y objetos sexuales cuando satisfacen a sus maridos en el seno del matrimonio burgués. A diario aparecen informaciones que hacen ascender las estadísticas oficiales de los crímenes, violaciones y maltratos sobre las mujeres con el llamamiento a denunciar cualquier agresión machista como si con ello fuera suficiente para hacer frente a esta sangrante problemática. El Estado burgués no hace otra cosa que lavarse las manos a golpe de medidas jurídicas como si su intervención terminara con encarcelar a los ejecutores de la violencia machista, obviando deliberadamente que esta violencia, en el fondo, tiene un contenido social, fruto de la división en clases de la sociedad,  al considerarse la propiedad privada como la condición general y básica del régimen de producción, en donde el proletariado, y la mujer proletaria en particular, no es más que fuerza de trabajo dispuesta a ser explotada y oprimida por las medios de producción convertidos en capital.

…obviando deliberadamente que esta violencia, en el fondo, tiene un contenido social, fruto de la división en clases de la sociedad…

Esta conceptualización del género femenino no es exclusivo del régimen capitalista pero sí la potenciación del rol social que ocupa la mujer, fundamentalmente la proletaria, en dicha sociedad: reproductora de fuerza de trabajo y productora de plusvalía. Es decir, tiene la función social de reproducir la fuerza de trabajo mediante la gestación y el mantenimiento de la unidad familiar y productora directa de plusvalía por su labor en el proceso de producción social. La concepción sobre la antigua mujer proletaria, derivada de su actividad, está todavía presente como sujeto dedicado a la reproducción y a ofrecer placer al varón proletario, por más que algo haya ido cambiando con el desarrollo del capitalismo, fundamentalmente por su incorporación al proceso productivo, pero no ha modificado en lo esencial la opinión generalizada sobre ella pues la burguesía está interesada en que no sea así: su labor social no termina en la  unidad de producción sino que la proyecta sobre el interior de la unidad familiar, como célula económica que contribuye a la acumulación del capital. Esta concepción de la mujer en general y de la proletaria en particular es propia de la burguesía, aunque la transmite interesadamente a todas las clases.

En nuestro propósito debemos diferenciar la mujer como género humano, de la mujer perteneciente a clases sociales determinadas. Y a la hora de posicionarnos ante el feminismo y su movimiento debemos tener en cuenta dos aspectos: su naturaleza de clase a tenor del análisis de sus posiciones políticas y su relación con nuestra estrategia política, la sociedad comunista. Es lo mínimo que se nos puede pedir, de lo contrario ¿para qué serviría nuestro posicionamiento? No partir de esta premisa es buscar soluciones en donde no las hay, aunque las mujeres proletarias sufran otras agresiones por su condición sexual, no de determinadas mujeres y hombres sino del conjunto de la clase. Tanto la mujer como el hombre no son conceptos abstractos en una sociedad dividida en clases, sino concretos. El problema de las mujeres proletarias no es sólo de violencia sexual que se ejerce sobre ellas sino además de explotación económica y opresión política, como el varón proletario, pues es una de las condiciones de existencia del régimen capitalista de producción: la apropiación de la plusvalía creada por la fuerza de trabajo asalariada sin distinción de género. En este sentido, las mujeres pertenecientes a la burguesía no tienen la misma problemática general aunque puedan ser objeto de idénticas agresiones sexuales, como así ocurre con el burgués y el proletario.

Las condiciones sociales de la explotación y opresión de la mujer proletaria están en el mismo lugar que la del varón proletario porque no es un problema de género sino de clase.

Entendemos que hay que diferenciar el movimiento feminista del feminismo pues no significa lo mismo desde el punto de vista político. Mientras que el primero es la expresión de la organización y lucha contra la discriminación de la mujer respecto a los derechos que goza el hombre en la sociedad burguesa, lo segundo es la formulación ideológica y política de la revolución feminista, es decir, el armazón teórico-práctico como clase independiente que aspira a emanciparse. Es nuestro propósito separar estos dos aspectos de una misma realidad para no confundirlos, lo que nos dará ocasión para centrarnos en un segundo trabajo que elaboraremos posteriormente.

El movimiento feminista ha evolucionado, salvando las diferencias en el tiempo, aparejado con el movimiento obrero pues ambos son fruto de las condiciones capitalistas de producción. Desde sus inicios, el movimiento obrero enfrentaba directamente el interés del capitalista al del asalariado, uno por aumentar el tiempo de trabajo excedente y otro por acortar la jornada de trabajo y mejorar las condiciones en que se trabaja, mientras que el movimiento feminista tuvo que esperar a su desarrollo posterior con la incorporación de la mujer al proceso  productivo por el descubrimiento de la máquina herramienta y su aplicación en la gran industria.  Desde nuestro punto de vista, el movimiento feminista no ha logrado todavía superar las barreras ideológicas que le impone la sociedad burguesa -la igualdad de género y salario digno- , al no comprender que ambas reivindicaciones son fruto de la desigualdad de clase en que está dividida la sociedad burguesa. Esa deficiencia ideológica, convierte al movimiento feminista en un apéndice del movimiento del capital, como podía haber ocurrido con el movimiento obrero si no se hubiese desarrollado la teoría marxista. Esta es la primera  condición para que se encuentre girando alrededor del capital, como la tierra del sol. De ahí que su proyecto no encuentra otra salida que los retoques reformistas del actual régimen, al que consideran susceptible de mejoras. Sin embargo, el movimiento obrero superó esas trabas ideológicas a través de la formulación de la teoría marxista y la constitución del partido comunista, dejando atrás su movimiento espontáneo organizado como sindicato.

Partimos del supuesto que el socialismo es el primer acto de liberación de la Humanidad, que deberá proseguir hacia el comunismo si se quiere ver cumplida la misión histórica del proletariado: la eliminación de las clases sociales como fruto de una sociedad en donde domina la propiedad social en sustitución de la propiedad privada. Sin socialismo no hay proceso liberador, no hay verdadera libertad, libertad que cobra sentido por la socialización del trabajo, es decir, la puesta en marcha de los medios de producción de manera colectiva y de acuerdo a un plan social. Y esto es lo que no tiene en cuenta el feminismo para la liberación de la mujer, al situar su emancipación en el género y no en la clase. Pero dejemos este aspecto de la cuestión para la segunda parte.

Centrémonos ahora en su movimiento histórico.

 

Breve reseña histórica

*La burguesía, como clase dominante, sienta las bases de la discriminación de la mujer referente al hombre en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente de Francia el 26 de Agosto de 1789. La exclusión de las mujeres del ordenamiento jurídico nacional y el sufragio universal masculino crea el conflicto que impulsa a la postre la lucha por la igualdad de condiciones, y al nacimiento del pensamiento feminista como corriente ideológica y política de las mujeres perteneciente a la clase burguesa, expresados en la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, texto redactado por la escritora francesa Olympe de Gouges el 5 de Septiembre de 1791 y presentado en la Asamblea Legislativa el 28 de Octubre del mismo año, siendo rechazado. Entre otros aspectos plantea: que la revolución olvida a las mujeres en su proyecto de igualdad y libertad, que la mujer nace, permanece y muere libre al igual que el hombre, que la ley deber ser la expresión de la voluntad general y que todos, Ciudadanas y Ciudadanos, deben participar en su formación personalmente o por medio de sus representantes. Se reivindica un trato igualitario en todos los ámbitos de la vida, tanto político como privado, derecho al voto y a la propiedad privada y a los bienes transferidos por el Estado a sus maridos, participar en la educación, el ejército, y desempeñar cargos públicos. La respuesta a dicha osadia no se hizo esperar, siendo acusada de traición a la revolución y guillotinada por oponerse a la pena de muerte contra el rey Luis XVI.

En Inglaterra y Estados Unidos la obra que da origen al feminismo es Vindicación de los Derechos de la Mujer de Mary Wollstonecraft de 1792, en donde se sintetiza el ideal feminista de la liberación de la mujer iniciada en la revolución francesa e introduce la necesidad de la organización de un movimiento feminista que agrupe a las mujeres para conseguirlo, por lo que es reconocida como figura clave del feminismo actual. En esta obra, la autora se olvida de las mujeres de la clase obrera que, precisamente desde el inicio de la revolución industrial y debido a su incorporación al trabajo productivo, sufrían  con mayor virulencia la explotación de su fuerza de trabajo y la discriminación en el seno de la familia.

El Manifiesto de Séneca Falls, publicado en 1848, es decir, dos meses después del Manifiesto Comunista, es un documento norteamericano resultado de la reunión celebrada el 19 y 20 de Julio de 1848 firmado por sesenta y ocho mujeres y treinta y dos hombres de diversos movimientos y asociaciones políticas de talante liberal y próximos a los círculos abolicionistas, lideradas por Elizabth Cady Stanton y Lucretia Mott para estudiar las condiciones y derechos sociales, civiles y religiosos de la mujer. Está considerado como el texto fundacional del feminismo liberal, abanderado por las mujeres de la pequeña y mediana burguesía, en donde se sientan las bases de la organización del movimiento sufragista, esto es, se expone el contenido organizativo de la línea reformista que iniciaron sus predecesoras, desde donde se agrupan y organizan a las mujeres de la pequeña y media burguesía para luchar por el reconocimiento de los derechos de las mujeres que las iguale a los hombres de su misma clase, desde el que potenciar la democracia burguesa y enfrentarse a la lucha contra la revolución socialista.

*Si bien la Comuna de París terminó con la derrota temporal del proletariado, los hombres y mujeres de la clase obrera suministraron los elementos políticos y organizativos de los que tenía que dotarse el proletariado internacional para derrotar al capital y liberarse de sus cadenas, constituirse en partido político independiente de la burguesía y conquistar el poder del Estado, eliminar las relaciones capitalistas de producción a través de la Dictadura del Proletariado como etapa transitoria a la sociedad comunista. Experiencia que teorizan Marx y Engles y la exponen en el Manifiesto  Comunista como programa general de la clase obrera internacional.

Las mujeres comunistas, siguiendo las premisas de los teóricos marxistas, la incorporación de las mujeres al trabajo productivo social y la abolición de la familia como célula económica de lasociedad, se constituyen en vanguardia comunista para llevar a las mujeres obreras la teoría de su liberación. Fueron un ejemplo de cómo romper con la ideología burguesa, roles y costumbres de dominio del capital que las consideraban instrumentos de reproducción de la fuerza de trabajo asalariada y sirvientas de sus maridos e hijos en la familia, condición impuesta por el modo de producción capitalista basado en sus orígenes en la división sexual del trabajo y la moral burguesa: parir y criar hijos que garanticen el relevo generacional, mientras los hombres dirigían la vida pública y privada de las mujeres. Las mujeres comunistas tomaron conciencia de esta situación, asumieron la teoría de la revolución proletaria y la tarea de la construcción de la vanguardia que dirigiera la  lucha contra el Estado burgués. Organizaron a la parte más consciente de las mujeres obreras, campesinas y empleadas del hogar para luchar tenazmente contra el machismo, la corriente reformista de la socialdemocracia y el movimiento sufragista burgués, que ya en 1905 crean el partido progresista de las mujeres desde el que  combatían la violencia revolucionaria pues consideraban a ésta una característica masculina que las mujeres no debían asumir. Junto al proletariado  masculino crearon las condiciones subjetivas de la revolución socialista que condujo a la toma del poder por los soviets. Desde la revolución de 1905 hasta Octubre de 1917 fueron años de intensas luchas de línea, y enfrentamientos con el ejército y la policía zarista donde las mujeres proletarias participaron activamente, siendo protagonistas directas en las revueltas, huelgas y manifestaciones  que les sirvieron para curtirse en la lucha diaria, recogiendo sus frutos en los intensos debates en el partido, asambleas y congresos con sus compañeros proletarios, donde la emancipación de las mujeres, la libertad sexual y la transformación de las relaciones personales y familiares se pensaban como parte de la lucha por la construcción del socialismo.

El Estado soviético abordó las condiciones generales del programa político de la revolución proletaria en medio de una guerra civil devastadora, en donde la burguesía había sido derrotada pero que se resistía a morir socialmente. Por primera vez en la historia de la humanidad, los comunistas abordaron consecuentemente desde sus raíces los problemas de las mujeres obreras, situando a la familia en su época histórica y carácter transitorio, para tratar la contradicción que se manifiesta entre el trabajo asalariado y el trabajo doméstico, creando una red de industrias estatales que asumían parte de las tareas familiares y el cuidado de los niños, con el fin de ir transformando paulatinamente las relaciones entre hombres y mujeres que las liberara de la esclavitud familiar, facilitando la incorporación de las mujeres al trabajo productivo, a la vida política y su desarrollo personal y cultural en la lucha por su emancipación en el socialismo hasta su completa liberación en la sociedad comunista.

…los comunistas abordaron consecuentemente desde sus raíces los problemas de las mujeres obreras, situando a la familia en su época histórica y carácter transitorio, para tratar la contradicción que se manifiesta entre el trabajo asalariado y el trabajo doméstico…

Los comunistas eran conscientes de que la construcción del socialismo no es sólo el resultado de la abolición de la propiedad privada y la familia burguesa, la expropiación y socialización de los medios de producción, sino que estas medidas son las premisas materiales que sientan las bases para la destrucción de la sociedad burguesa, sus relaciones sociales, su cultura, sus instituciones ideológicas y políticas, que exigen un largo periodo de transición, de lucha de clases entre la burguesía derrotada y el proletariado que empieza a dar sus primeros pasos  como nueva clase dirigente de la sociedad que conscientemente quiere construir. Fue un cúmulo de condiciones objetivas a resolver y no la derrota de una teoría y la insensibilidad de los comunistas ante la problemática de las mujeres en la sociedad. Una certeza incuestionable que demostró la Revolución de Octubre es que las mujeres y los hombres si luchan juntos por un objetivo común bajo la dirección del Partido Comunista son una fuerza imparable que mueve los cimientos del imperialismo. Quedó demostrado que la Revolución Proletaria no es una utopía ni labor de géneros sino un hecho objetivo que no distingue de sexos.

*Al calor del revisionismo se fue articulando una vanguardia de mujeres intelectuales de la pequeña burguesía con el fin de organizar un movimiento de mujeres independiente de los partidos. La estrategia no era otra que desviar el movimiento de mujeres de los objetivos revolucionarios, rompiendo así la alianza que se establece en la segunda etapa entre la lucha general del proletariado con la lucha particular de las mujeres proletarias en la etapa imperialista del capital, es decir, frenar la lucha por la revolución proletaria sembrando la desunión de intereses y la confusión entre el proletariado como clase común frente a la burguesía y su sistema social. Ruptura que el feminismo sustentó en la crítica al marxismo, acusando a los comunistas de no tener una teoría para la emancipación de las mujeres, formulando su concepción del mundo y línea a seguir para la consecución de la  revolución feminista. Su tesis central, que en cierta medida da consistencia a su discurso entre las mujeres, es que las revoluciones obreras que se han llevado a cabo no han resuelto las relaciones de poder en la familia, en la que sigue imperando el orden patriarcal, origen de las desigualdades económicas entre el hombre y mujer y del subyugamiento de la sexualidad femenina a la satisfacción de los apetitos carnales del hombre y de las necesidades reproductivas del sistema social. Este posicionamiento se hizo fuerte en Europa y EE.UU. durante las décadas 60-70 del siglo pasado. Sus precursoras fueron Simone de Beauvoir, Betty Friedan y Kate Millett, entre otras. que convirtieron sus respectivos escritos El segundo sexo, Mística de la feminidad y Política sexual, en libros de cabecera del movimiento feminista de esta época y en el origen de nuevas organizaciones de mujeres completamente separadas de las organizaciones políticas de la época.

Su tesis central, que en cierta medida da consistencia a su discurso entre las mujeres, es que las revoluciones obreras que se han llevado a cabo no han resuelto las relaciones de poder en la familia, en la que sigue imperando el orden patriarcal…

Estas organizaciones, que en un principio parecían que se querían comer el mundo dando un vuelco en la correlación política de fuerzas, se han convertido en la actualidad en defensoras de un programa reivindicativo que reclama romper  el techo de cristal, la conciliación laboral y el empoderamiento femenino en las empresas y los diversos estamentos del Estado burgués. En realidad han sellado un pacto con el imperialismo a cambio de determinadas medidas que favorecen fundamentalmente a las mujeres pertenecientes a la pequeña burguesía y la aristocracia obrera, que para nada ponen en cuestión la explotación y opresión de la mujer proletaria■

Publicaciones relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba

Si continuas utilizando este sitio aceptas el uso de cookies. más información

Los ajustes de cookies de esta web están configurados para «permitir cookies» y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en «Aceptar» estarás dando tu consentimiento a esto.

Cerrar