La vanguardia comunista ante la guerra imperialista

En este trabajo nos centraremos fundamentalmente en clarificar cuál debe ser la posición del proletariado ante las guerras imperialistas, dejando a un lado las causas y responsabilidades de los diferentes actores que intervienen en los conflictos bélicos pues ya han sido ampliamente tratados en otros trabajos.

Para que ello sea así debemos comenzar por señalar quiénes son los enemigos del proletariado a tenor del desarrollo histórico de la lucha de clases en el capitalismo, fundamentalmente en su fase imperialista, pues se han ganado a pulso el sobrenombre de agentes secretos de la burguesía por la labor que realizan en el seno de la clase obrera. Estamos hablando del revisionismo y, de su hermano menor, el oportunismo, dos corrientes antimarxistas que tienen por finalidad retrasar, en la medida de sus posibilidades, la revolución proletaria, tanto a nivel nacional como internacional. En época de entreguerras tienen unas actuaciones que pasan desapercibidas para el común de los mortales pues, con su simplona pero machacona política de mejorar las condiciones de existencia de la clase obrera¨, logran ocultar sus verdaderas intenciones, aunque no lo pueden evitar por completo en época de fuertes conflictos bélicos pues tienen que poner sobre el tablero político las líneas fundamentales de su política de apoyo al Estado que lo acoge en su seno y al sistema económico mundial con el que colaboran, el imperialismo, sin importarle un bledo la situación de penuria en que viven las grandes masas de explotados por el capital.

Los obreros más conscientes con los intereses de su clase saben que el revisionismo y el oportunismo son los aliados tácticos de la burguesía: aliados en lo material, pues basan su existencia en la explotación del trabajo asalariado, y en lo político, sus propósitos están comprometidos con el retraso de la revolución proletaria que lenta pero inexorablemente se va abriendo camino en la medida en que la vanguardia proletaria va fortaleciéndose ideológicamente y ganando terreno en su ligazón política con los sectores avanzados del proletariado en su reconstitución como sujeto revolucionario, es decir, en partido comunista de nuevo tipo.

Mientras tanto se apoyan unos y otros en la Democracia Burguesa, en donde se mueven como pez en el agua, para desarrollar dicha tarea encontrando las condiciones políticas e ideológicas para hacer pasar desapercibida la división en clases de la sociedad capitalista. La Democracia Burguesa aparece como un marco político-jurídico que se da libremente la sociedad para promover la convivencia social y la participación ciudadana en su gobernabilidad, siendo en realidad una condición social que se adapta a la necesidad de reproducción del capital.

Reproducción del capital y Democracia Burguesa forman un tándem perfectamente engrasado para los intereses de la burguesía, salvo en condiciones históricas que la propia clase dominante tiene que recurrir a congelar el ejercicio de las libertades democrático-burguesas hasta que se restablezcan los desajustes coyunturales del orden burgués. Estas crisis son cada vez más frecuentes y virulentas en el imperialismo, dando lugar a conflictos sociales de mayor envergadura al interconectar los intereses de distintos sectores y clases sociales bajo el dominio de la burguesía financiera, pero que son resueltos en el tiempo sin mayor trascendencia política si no existe el partido comunista que vaya fortaleciendo una alternativas revolucionaria contra el conjunto del sistema. El imperialismo pone en cuestión permanentemente tanto la validez social del régimen de producción capitalista como su genuino sistema político pues se han vuelto un lastre en su devenir histórico. Tanto el revisionismo como el oportunismo constituyen un obstáculo para la nueva etapa histórica que se está gestando: no comprenden, dada su posición de clase burguesa, que el imperialismo es hijo del capitalismo, que no puede existir sin las relaciones capitalistas, lo que indica que su superación va unida a su destrucción sobre la base de la  creación de nuevas relaciones sociales de producción, es decir, siguiendo la ley de la dialéctica materialista  de destruir lo viejo creando lo nuevo.

El Estado español actúa activamente en la guerra de Ucrania, como parte integrante de la Unión Europea (UE) y de la OTAN., como es otros escenarios bélicos. Defiende a la vez los intereses del bloque imperialista occidental y los de su burguesía nacional en dicho bloque. Para el caso es igual que su actuación tenga una intensidad baja, media o alta, adecuada a su compromiso y su capacidad, pues lo que cuenta es la posición que adopta en dicho conflicto, determinada por su ¨libre¨ pertenencia a uno de los bloques imperialistas que operan en el tablero económico mundial. Desde el punto de vista de los intereses de la burguesía española, la pertenencia o no a la UE y a la OTAN es un hecho objetivo desde el punto de vista del desarrollo capitalista, condicionado por el desarrollo material de la economía española que necesita integrarse en el mercado mundial. Esta pertenencia o no, como parte integrante del sistema imperialista, no es una decisión caprichosa o unilateral como intentan hacernos creer con su discurso el revisionismo y el oportunismo con su parafernalia de declaraciones y manifestaciones en contra de dicha pertenencia. Para que dicha subjetividad tuviera sentido, es decir, la toma de decisión de pertenecer o no a dichas organizaciones, tendría que ir acompañada de una concepción global sobre el imperialismo que no encaja con las suyas pues pretenden luchar contra el imperialismo sin tratar de eliminar las bases económicas del capitalismo. No comprenden, debido a su posición de clase burguesa, que el imperialismo es una fase necesaria del capitalismo, la última, que como tal no puede progresar más, ni tampoco retroceder hacia sus comienzos, como proponen algunos de sus seguidores. En este sentido, y dentro de la lógica de la concepción revolucionaria del mundo, el imperialismo solo tiene una alternativa posible: el socialismo. Sin esa alternativa no existe otra salida que la que propone el imperialismo: la barbarie.

Se pueden tomar uno o mil rodeos para sortear la verdadera cuestión señalada pero son todas inviables. Se podrá recurrir a ¨humanizar¨ las relaciones laborales, a ¨redistribuir¨ la riqueza creada por la explotación del trabajo asalariado, a ¨democratizar¨ las relaciones de mando de la economía de mercado, o todas las ocurrencias estúpidas que se quieran, pero todas ellas agrupadas no son más que un puñado de mentiras con los que ocultar la realidad del capitalismo para encandilar a los obreros menos conscientes de los intereses de su clase. En otras palabras: para eludir la verdadera solución al conflicto latente entre clases antagónicas, que sólo es posible en el imperialismo con la revolución proletaria mediante guerra popular: su objetivo es destruir las condiciones sociales de la explotación capitalista, para la destrucción del Estado burgués y la construcción del nuevo Estado proletario.

El imperialismo no es obra exclusiva del interés manipulador de las multinacionales, es decir, de unos cuantos individuos especuladores o extorsionistas sociales que desde los consejos de administración de grandes corporaciones se dedican a amasar millones, sino fruto del desarrollo de las relaciones capitalistas de producción. Es la fase del capital en que se ha centralizado la propiedad, se ha concentrado la producción y desarrollado las fuerzas productivas hasta niveles altamente sociales aunque dentro de los márgenes permitido por la producción privada e independiente, pero conservando intacto el carácter privado de la propiedad, condición económica y jurídica que impide el reparto social de la riqueza producida. Hacer creer al proletariado que la burguesía es monolítica y su sistema inexpugnable es otra gran mentira  que nos tiene acostumbrado el revisionismo y el oportunismo que no se mantiene en pie, pues la realidad es que la burguesía no es homogénea ni su sistema impermeable sino expuesto a sus propias contradicciones y al desarrollo de la conciencia revolucionaria del proletariado.

Las guerras en el imperialismo son una constante que emergen de las propias entrañas del régimen de producción en la lucha por el reparto y dominio del mundo: esta es su esencia. Pero el imperialismo es algo más importante pues unido a eso es también la fase última y decadente del capital. No en el sentido como lo conciben estas dos corrientes traidoras, es decir como la antesala del socialismo, en donde se accederá de una manera ¨natural¨, como ¨fruta madura¨, por el propio desarrollo de las condiciones materiales, de las fuerzas productivas en concreto, al romperse el marco político que condiciona el crecimiento de la producción capitalista: el  control de la economía por el Estado, garante de la redistribución de la riqueza social. En el control del Estado burgués es en donde se centra tanto el objetivo de la actividad política como el contenido del socialismo. Esta concepción del socialismo no tiene nada que ver con la teoría científica de la historia que Marx y Engels desarrollaron situando los intereses históricos de la nueva clase revolucionaria: el proletariado. Es solo una vulgar representación burguesa que intenta tergiversar la teoría de Marx y Engels para que el proletariado no pueda emanciparse de la concepción burguesa del mundo, y no pueda emprender su camino hacia la revolución socialista.

Así lo expresan unos y otros cuando analizan la guerra en Ucrania: la mayoría consideran su carácter de imperialista, aunque algunos de manera estúpida de liberación nacional, como es el caso del Colectivo de comunistas griegos y sus seguidores españoles de Unión Proletaria, pero con la condición de no aportar la posición correcta que debe adoptar el proletariado revolucionario ante dichas guerras reaccionarias: se refugian en la lucha por la paz y en la articulación de una frente amplio por la paz como medio para eludir el compromiso revolucionario y la posición consecuente con los principios del internacionalismo proletario. Es, sin embargo, la expresión más consecuente de la política colaboracionista con la burguesía que representan tanto el revisionismo como el oportunismo aunque intenten disfrazarse de comunistas. Lo mismo que ocultan que el imperialismo es fruto del desarrollo del capitalismo, ocultan que el socialismo es tanto fruto del desarrollo y maduración de la sociedad capitalista como del desarrollo de la conciencia social de dicho proceso histórico en general y del capitalismo en particular, que se sintetiza perfectamente en la constitución del partido comunista como nuevo sujeto histórico. He aquí una cuestión clave a la que hay que someter a una seria reflexión si es que queremos romper los lazos que nos une al revisionismo y al oportunismo sin ser conscientes de ello. En cuanto a la posición del proletariado revolucionario frente a la guerra imperialista, la cuestión es clara: No a ningún tipo de participación y colaboración con la burguesía y su Estado. Es más, con ello no basta pues debemos ser lo más claro posible en esta cuestión. Si el Estado al que pertenecemos por razones de nacimiento declara la guerra a otro Estado debemos actuar consecuentemente con nuestra posición de clase: hacer lo posible con nuestra actividad a que todas las burguesías nacionales que actúan bajo la bandera del capitalismo imperialista salgan derrotados, incluida la ¨nuestra¨. Es una condición necesaria derivada del principio revolucionario de la lucha de clases y del internacionalismo proletario, a lo cual se oponen los revisionistas y oportunistas de distinto pelaje al aconsejar al proletariado de cada Estado que concilie con ¨su¨ burguesía en pos del interés nacional y la defensa de la patria.

Cuando las guerras tienen un carácter reaccionario, el proletariado no debe distinguir colores de bandera ni fronteras nacionales porque lo que se está dilucidando es la explotación y opresión del proletariado internacional, que es lo que tiene que tener presente cualquier obrero consciente, es decir, el interés general de su clase. Su interés es la derrota de la burguesía, de toda burguesía, encarnación de las relaciones capitalistas de producción, lo que lo empuja a trabajar por transformar la situación de la guerra en crisis revolucionaria, que en las actuales circunstancias es inviable a corto plazo por la inexistencia del sujeto revolucionario. Pero dicha circunstancia no invalida que sea correcta a nivel propagandístico dicha consigna, tarea principal en la lucha ideológica contra el revisionismo y el oportunismo, desnudando sus funciones de traidores al socialismo y colaboradores del imperialismo. La  tarea en estos momentos del proletariado revolucionario es: oponerse activamente a la declaración de guerra, denunciando su carácter reaccionario; negarse a ser carne de canón en la defensa de los intereses nacionales porque estos son los intereses de la burguesía;  negarse a participar en la guerra cogiendo un fusil para disparar contra sus hermanos de clase ya que el proletariado tiene un carácter de clase internacional; participar en la derrota de su burguesía nacional en el conflicto bélico; denunciar el carácter colaboracionista del revisionismo y oportunismo como enemigos de la clase obrera, hacer propaganda socialista de la necesidad de la revolución proletaria mundial, etc.

Porque la guerra imperialista es una guerra contra la clase obrera y los pueblos oprimidos del mundo. Combatirla es luchar por la derrota del capitalismo y por la construcción del socialismo y la sociedad sin clases. La tarea actual de la vanguardia es preparar las condiciones para la reconstitución del sujeto revolucionario, tarea exclusiva de la vanguardia en la fase imperialista del capital.

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