Revisionismo, parlamentarismo y boicot

Al revisionismo lo podemos calificar como la expresión política de los intereses de la burguesía en el seno de la clase obrera. Se adapta muy bien a la concepción democrática y espontánea de las amplias masas explotadas por el capital que aspiran a mejorar sus condiciones de reproducción como clase. Con su concepción de un ¨socialismo¨ abigarrado por la burguesía y construido sobre la base de un capitalismo social comandado por las leyes del mercado pero matizadas por criterios públicos, intenta competir con la teoría de vanguardia del proletariado revolucionario, el socialismo científico, con el propósito de desprestigiarla por ser, en la práctica, “irreal y anticuada”, ofreciendo a cambio una alternativa “real y moderna” para que la clase obrera pueda vivir en convivencia con otras clases mediante la transformación jurídica de la propiedad privada en colectiva. En este sentido, es un competidor del marxismo-leninismo en el seno del proletariado dado que se fortifica como una barrera contra el empuje de la política revolucionaria, que pugna por configurarse en hegemónica en la lucha del proletariado revolucionario contra el sistema capitalista. Es esta la razón por lo que la línea revolucionaria del proletariado tiene que ajustar sus cuentas en primer lugar y de modo constante con el revisionismo si quiere llevar a cabo su objetivo.

Por la labor ideológica y política que realiza el revisionismo es aceptado junto con el sindicalismo por los centro de poder de la burguesía y agasajado por los centros de poder de la burguesía a través de sus aportaciones parlamentarias y negociaciones de convenios. El revisionismo en su evolución política se ha ido pertrechando en los aparatos parlamentarios con el objeto de representar a su base social, es decir, los intereses de la aristocracia obrera -ese sector privilegiado y mezquino por sus elevados emolumentos y forma de vida de los asalariados bien pagados con respecto al conjunto de los trabajadores- con el propósito de hacerse imprescindible ante los ojos de la clase para negociar los convenios colectivos -regular el precio del salario con respecto al ciclo de  inversión de capital- con la aquiescencia de la patronal, que  con una mano devalúa el precio de la fuerza de trabajo y con la otra aplaude su sentido de Estado. En lo político, la aportación del revisionismo a la clase obrera se puede sintetizar en la defensa del parlamentarismo como política que tiene que aceptar para la defensa de sus intereses de clase, siendo un firme defensor de la democracia burguesa como régimen político del capitalismo imperialista, a la vez que critica y combate tanto al fascismo, al que considera un accidente del  imperialismo, como a los comunistas, a los que consideran peligrosos agentes de la desestabilización social.

La línea de masas que despliega el revisionismo se centra en ganarse la simpatía y el favor de las clases populares, ya sea a través de apoyar las movilizaciones populares que espontáneamente van surgiendo por las necesidades materiales de las  masas explotadas por el capital, ya sea mediante las distintas iniciativas parlamentarias que vayan proponiendo. Claro está que, para materializar esa línea de masas, es necesario disponer de un nutrido grupo de escaños en el Parlamento burgués para poder incidir en el debate parlamentario. Es decir, manifiestan que lo inteligente es hacer efectivo el viejo y falso mantra de combinar la lucha en la calle y el tajo con  la parlamentaria. Y este es precisamente el argumento mediante el cual presentan el chantaje al que someten a la clase obrera para justificar su actuación haciendo ¨creíble¨ que la participación obrera en las elecciones burguesas es positiva, en todos los casos, para sus intereses como clase. Sin embargo, la evidencia demuestra todo lo contrario pues se ha podido comprobar que el Parlamento es precisamente una máquina de crear leyes antiobreras. En todo caso y de manera excepcional aprueban algunas reformas que satisfagan los intereses del sector de la clase obrera que representa el revisionismo, la aristocracia obrera. En todo caso y de una manera particular, la política revisionista favorece a su núcleo cerrado, esto es, a un  reducido círculo de personas que necesitan reproducirse: son los dirigentes y cuadros políticos, técnicos en nómina para la elaboración de las estrategias políticas, militantes políticos y delegados sindicales, simpatizantes, etc. etc. Y en todo caso y de una manera general la política revisionista favorece al sistema capitalista de explotación al embellecer la democracia en general como obviando su carácter de clase burgués, con las mil y unas artimañas que desprenden sus eslóganes electorales. Difunden y refuerzan a todas luces la ideología burguesa.

Chantaje al que someten a la clase obrera para justificar su actuación haciendo ¨creíble¨ que la participación obrera en las elecciones burguesas es positiva, en todos los casos, para sus intereses como clase.

Cabe destacar y no obviarlo cómo el revisionismo a veces se traviste y aparece con una nueva cara ante el sempiterno movimiento de masas y pretendido electorado obrero, revisionismo disfrazado de posibilismo que, al mantener su barniz marxista-leninista e incluso maoísta, se hace pasar por comunista para meter de contrabando la concepción gradualista y evolucionista a través de un discurso huero y engañoso, extirpando de raíz el carácter universalista y revolucionario del marxismo como cosmovisión de vanguardia. Este nuevo revisionismo tiene su matriz en el añejo y secular revisionismo que ha ido evolucionando para adaptarse a los nuevos tiempos y circunstancias con su mantra de ponerse a la cabeza para dirigir su movimiento de resistencia debido a su retroceso electoral y pérdida de peso entre las amplias masas. Pero desprecian la Guerra Popular y la Dictadura del Proletariado como elementos esenciales para la construcción del socialismo, sin lo cual el socialismo se convierte en una estructura amorfa que oculta las relaciones de explotación en la propiedad jurídica colectiva de un Estado “neutro”. La política general del revisionismo, sea el viejo o el nuevo, es y será siempre la de participar en las elecciones burguesas, lo que no quiere decir que haya un segmento importante de la clase obrera que decida abstenerse por diferentes motivos o razones, entre los cuales no se encuentra el de considerar el no votar un acto político de mayor o menor calado o, como interpretan algunas organizaciones, un acto revolucionario. Otra cosa muy distinta es la posición del BOICOT que responde a un acto consciente, que más adelante analizaremos en detalle.

Observando los datos de la tabla, el aumento o disminución de la abstención no refleja una tendencia ascendente sino que es inconstante y con dientes de sierra, en donde sube o baja en cada votación por motivos específicos y coyunturales, lo mismo lógicamente que ocurre con el aumento o disminución de los votos conseguidos por los partidos o coaliciones que se presentan. Ello es así porque entendemos que el voto es volátil (como dicen los economistas burgueses con las subidas o bajadas de los precios de la energía, por ejemplo), el votante decide en cada elección si vota o no, a quién vota, etc. dependiendo de lo que le ofrezcan a través de los mensajes electorales que reciben o a la situación económica y laboral por la que transitan, es decir, se debe más a razones domésticas o crematísticas que a ideológicas, esto es, relacionadas con el concepto de clase a que pertenece.

A modo de conclusión general, consideramos que, en una democracia burguesa y por inercia de la ideología dominante, la burguesía logra encarrilar el resultado de las elecciones con la participación de la clase obrera puesto que ello va a suponer, en la práctica, la legitimación de su sistema político y económico. El resultado sea cual fuera va a conseguir un hecho de capital importancia para renovar el dominio ideológico y político de la burguesía sobre el proletariado sin arriesgar nada a cambio. Va a “demostrar” que su democracia es limpia y verdadera, seduciéndolos con el sueño de que se cumple la igualdad entre los votantes pues se pone en práctica el lema burgués de un ciudadano, un voto. A su vez va a reforzar la idea general de que el resultado se ha de aceptar y acatar por todos pues es la aceptación de la mayoría el principio por el que se materializa la democracia. Y,  lo que es más importante, los que no votan no tienen derecho a opinar porque con su silencio otorgan o se sitúan al margen del sistema.

El resultado sea cual fuera va a conseguir un hecho de capital importancia para renovar el dominio ideológico y político de la burguesía sobre el proletariado sin arriesgar nada a cambio.

Una política de clase proletaria en estos momentos no puede aceptar ni la articipación en las elecciones burguesas como propone el revisionismo, ni la abstención como algunas fuerzas comunistas defienden. Tanto una como otra son erróneas: la primera, por tener un carácter burgués como hemos explicado anteriormente; la segunda, por situarse erróneamente en el movimiento de resistencia con los que consideran el destinatario natural de su política en todos los casos, propio de una concepción organicista del sujeto revolucionario al estilo del viejo partido obrero. Consideramos que ante las elecciones burguesas la posición correcta es el BOICOT.

La diferencia entre la abstención y el boicot es sustancial pues mientras la abstención solicita pasivamente que no se vaya a votar en unas elecciones determinadas, el boicot rechaza de plano activamente el sistema social del que las elecciones forman parte, aportando otra alternativa social y las condiciones para conseguirlo. La diferencia política entre la abstención y el boicot es abismal, como se puede apreciar, en cuanto al contenido y en cuanto a los receptores a los que va dirigido. Mientras que la abstención se dirige a la clase obrera en general, el boicot va dirigido a su vanguardia ideológica, dado que ni puede ser comprensible ni asumida políticamente por el conjunto de la clase debido a los diferentes niveles de conciencia que existen en el seno del proletariado. Por otra parte, la abstención no es nítida en cuanto a la expresión política de la clase, mientras que el boicot sí lo es, ya que expresa el rechazo explícito no sólo a la elección sino a que se celebren dado que su resultado, sea cual fuere, es negativo de por sí pues es fruto y va a consolidar lo que se quiere rechazar.

El boicot rechaza de plano activamente el sistema social del que las elecciones forman parte, aportando otra alternativa social y las condiciones para conseguirlo.

Nuestra posición y argumentario van dirigidos a la vanguardia ideológica para que la debata y  transmita con argumentos propios de su nivel de conciencia a la vanguardia práctica sobre el parlamentarismo y su papel en la sociedad capitalista. Este es nuestro propósito y no otro, además de exponer la alternativa de la política revolucionaria ante el parlamentarismo, dado que la mayor o menor abstención en las actuales circunstancias de dominio ideológico y político de la burguesía no puede calibrar ningún elemento de política revolucionaria, menos cuando no existe el sujeto revolucionario, al cual hay que reconstituir como expresión política de la praxis del proletariado revolucionario.

El BOICOT forma parte de la línea general de la Revolución; es la respuesta revolucionaria al sistema democrático burgués. Como decimos, no es sólo una consigna sino la expresión concreta a una situación -elecciones de representantes de un estamento del aparato estatal burgués- y en una coyuntura dada -proceso de reconstitución del sujeto revolucionario- centrada en la reconstitución del  comunismo. Ahora nos encontramos en la tarea ideológica de construir la vanguardia marxista-leninista, la cual irá depurándose de los errores del pasado  mediante la lucha de dos líneas -Balance del Ciclo de Octubre- a la vez que le disputará la hegemonía al revisionismo en el seno de la vanguardia ideológica para iniciar la atapa de creación de las condiciones del Nuevo Poder -línea de masas con la vanguardia práctica- culminando el proceso de reconstitución del sujeto  revolucionario, e iniciando la etapa de la línea militar en su forma Guerra Popular.

Si el capitalismo como régimen de producción supuso en sus comienzos un elemento progresista para el desarrollo de la Humanidad por su aportación al desarrollo de las fuerzas productivas, el revisionismo, sin embargo, ha sido un lastre desde sus inicios para la emancipación del proletariado. El revisionismo es fruto del desarrollo capitalista, nace y se desarrolla en el imperialismo como su hijo natural en respuesta a la teoría de la revolución proletaria aportada por la concepción marxista del mundo y la experiencia de la lucha de la clase obrera. A través de su alianza estratégica con la burguesía financiera sellan su destino histórico frente a la realización de la revolución proletaria. Ahora bien, ni la burguesía ni el revisionismo se extinguirán con la derrota política de la burguesía bajo el fusil del proletariado revolucionario pues sobreviven con fortaleza hasta que no se eliminen las causas de las condiciones de reproducción del capital. Durante el socialismo todavía estarán presente ideológica y políticamente pero en desigualdad con el proletariado revolucionario por las nuevas condiciones sociales de producción, lo que nos indica que hay que estar muy alerta para el combate directo con dicha concepción y prácticas sociales en su intento de restaurar las condiciones de la producción capitalista.

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