La guerra en Ucrania y su trasfondo (inter)imperialista

En el imperialismo, entendido como fase superior y decadente del capitalismo, la existencia de capitales privados e independientes están condicionados a la explotación de fuerza de trabajo asalariada y a la competencia que establecen entre ellos, esto es, al desarrollo de sus fuerzas productivas como condición particular, y a la concentración y centralización de los capitales como condición general: son dos condiciones inexorables que le imprime el régimen económico a la existencia de capitales para su reproducción. Con el imperialismo, el desarrollo progresivo de la sociedad capitalista ha llegado a su fin, a la espera de que se desarrolle la conciencia social de dicha finitud , que aflore la conciencia científica, en los elementos más destacados del proletariado, de la contradicción en que se desenvuelve la producción capitalista, y todo ello unido a la disponibilidad política de dicha clase para superar el régimen de producción que la explota y oprime: se reconstituya el proletariado como sujeto revolucionario, como partido comunista.

Con el imperialismo,

el desarrollo progresivo de la sociedad capitalista ha llegado a su fin, a la espera de que se

desarrolle la conciencia

social de dicha finitud.

La palanca que impulsaba a los capitales -en la fase de libre competencia- al desarrollo de las fuerzas productivas ya no es suficiente para impulsar la acumulación en la medida que necesita el imperialismo, pues la reproducción del régimen capitalista está condicionada por una mayor acumulación de capital determinada por la tendencia decreciente de la cuota de ganancia, debiendo recurrir a mecanismos económicos y políticos para reproducirse a gran escala, creándose el capital monopolista fruto del desarrollo capitalista en su fase superior y decadente. Fase decadente del capitalismo porque no puede reproducirse a un nivel superior al que ha llegado el imperialismo ni puede existir en un nivel inferior.

El capital monopolista tiende a relativizar la competencia a nivel general a través de la caída de los precios con respecto al capital no monopolista, aunque por otro lado impulsa la competencia con un carácter más agresivo entre los capitales monopolistas al profundizar las formas de resolver las contradicciones ya que actúa de un modo más decisivo en las consecuencias a medio y largo plazo determinando tanto las condiciones internas como externas de la producción debido a las leyes de la acumulación del capital. Si en el capitalismo concurrencial las guerras son una consecuencia del régimen capitalista de producción que condiciona la competencia entre capitales, en el imperialismo estas consecuencias se multiplican exponencialmente. Las distintas guerras locales y regionales que se han ido produciendo a partir de la Segunda Guerra Mundial al igual que la Primera evidencian este alocamiento del capital social. Si en el capitalismo la guerra es una consecuencia directa de las condiciones de existencia y funcionamiento del capital, en su fase imperialista se multiplican dichas condiciones pues la reproducción del capital, abocada a la concentración y centralización de los capitales, es atravesada por la tendencia decreciente de la cuota de ganancia, lo que obliga a los grandes capitales a una carrera desenfrenada por el reparto del mundo, esto es, a disputarse las fuentes de riquezas naturales y el mercado de trabajo mundial. La propiedad privada de los medios de producción es la causa profunda de por qué existen las guerras en el régimen capitalista, tanto si tienen un carácter reaccionario, interburgués, como si tienen un carácter revolucionario, proletario. La diferencia entre una u otra guerra es el fin que persiguen: la primera es una disputa entre las clases burguesas por apoderarse de la riqueza social, lo que impulsa a más guerras; mientras que la segunda es por eliminar las condiciones de explotación y opresión de una clase por otra, es decir, por eliminar las propias clases, y, por tanto, la guerra.

La guerra en Ucrania, como en Siria, para no retrotraernos mucho en el tiempo, tiene un carácter reaccionario, se trata de una guerra de rapiña, interimperialista, en donde el proletariado como clase internacional no debe colaborar de ningún modo, pues no tiene nada que ganar y sí mucho que perder; es más, debe oponerse decididamente contra ella sin apoyar a uno u otro bando por mucho que traten de convencernos con argumentos jurídicos o morales ocultantando sus verdaderos intereses económicos y políticos por el reparto del mundo. Cada bloque en disputa en el conflicto bélico busca ganarse a la opinión pública con el objeto de pisar fuerte el acelerador en las contradicciones del bloque contrario: cohesionar sus fuerzas y debilitar ideológica y políticamente al enemigo en el primer round para establecer una estrategia ofensiva o defensiva/ofensiva.

Tanto un bloque, Rusia-China, como otro, EEUU-UE, se enfrentan por ocupar posiciones ventajosas en la disputa interimperialista por el reparto del mundo.

El proletariado no debe caer en esta sencilla pero efectiva trampa decantándose por uno de los bloques en liza o acudir al conflicto bélico como un mal menor en defensa de los valores democráticos y/o patrióticos que tanto hacen valer los burgueses para incorporar a sus filas la fuerza de choque, los que a la postre se dejan su vida o salud en la guerra imperialista, en la guerra por los intereses de los que le explotan u oprimen. Tanto un bloque, Rusia-China, como otro, EEUU-UE, se enfrentan por ocupar posiciones ventajosas en la disputa interimperialista por el reparto del mundo, que es lo mismo que decir por los intereses económicos y geoestratégicos de ambos ejes imperialistas. Para ocultar esta verdad recurren a argumentos que puedan ser digeridos por la opinión pública: argumentos jurídicos y democráticos como la defensa de la libre decisión de Ucrania de pertenecer política y económicamente al eje Occidental, o como el que esgrime Rusia-China de la legítima defensa de proteger sus fronteras nacionales de la agresión de Occidente. Argumentos que los comunistas del mundo debemos desnudar para hacerlos ver en su verdadera dimensión burguesa: desnudar al Estado burgués como el aparato de la burguesía contra el proletariado al utilizar a éste como escudo humano, como carne de cañón en la defensa de los respectivos intereses internacionales de cada bloque imperialista.

La burguesía sabe que las guerras son inevitables, más, que son necesarias para la supervivencia del régimen de producción pues es la forma de resolver las contradicciones internas del desarrollo capitalista, siempre que sea para defender la legalidad burguesa, los principios inalienables de la propiedad privada capitalista y de las leyes que se derivan de dicho principio.

La burguesía es consecuente con su régimen de producción y con su interés de clase: sabe que la guerra es una consecuencia y un precio a pagar por su régimen de producción.

Lo que no reconoce es la guerra por la liberación de la esclavitud asalariada, que la considera ilegal a los principios democráticos o simplemente terrorista. En este sentido, la burguesía es consecuente con su régimen de producción y con su interés de clase: sabe que la guerra es una consecuencia y un precio a pagar por su régimen de producción. Es la forma de seguir escalando, de seguir perpetuando su régimen de propiedad para acumular capital: así lo sabe y así se comporta socialmente. Sin embargo hay una corriente que niega la necesidad de la guerra en toda de sus vertientes: los revisionistas. Pregonan una y otra vez que las guerras son evitables: basta con que la población se movilice contra los conflictos bélicos para que los gobernantes hagan caso de su pueblo. Hasta la misma burguesía se ríe de ellos. El revisionismo, en su afán de eliminar la guerra por el socialismo se apodera de la ideología del pacifismo religioso, pero se alinea con su burguesía en la lucha interimperialista, la cual considera legítima para las guerras en que su burguesía no confronta de una manera decisiva. El revisionismo niega la guerra en abstracto de una manera idealista mediante la lucha por la paz en abstracto, el impulso de la diplomacia para encontrar un entendimiento mutuo entre las naciones, entendiendo que las guerras son fruto de impulsos irrefrenables, no civilizadas, de determinados gobernantes con actitudes “sociópatas”. Esta corriente acientífica la enarbolan quienes se identifican con la ideología pacifista, próxima al sentimiento religioso de “hacer el bien sin mirar a quién”.

La política de los comunistas ante las guerras interimperialistas es el internacionalismo proletario, es decir, no apoyar a ninguno de los bandos, a ninguna de las burguesías en conflicto abierto esclareciendo que ante dicha guerra la posición del proletariado es el internacionalismo proletario: el boicot en sus diferentes vertientes a la guerra, no colaborando con su burguesía nacional. La forma de lucha estratégica contra cualquier guerra burguesa no es otra que la reconstitución del sujeto revolucionario en cada país para preparar la guerra popular, verdadera guerra revolucionaria del proletariado con la que conquistar la meta de construir el Socialismo mediante la Dictadura del Proletariado, paso previo a la Sociedad Comunista.

¡Contra la guerra imperialista:

Por la Reconstitución del Comunismo!

¡Viva el Internacionalismo proletario!


LA POLÍTICA EXTERIOR DE LA REVOLUCIÓN RUSA

No hay idea más errónea ni más nociva que separar la política exterior de la política interior. La monstruosa falacia de esta separación se hace más monstruosa aún precisamente en tiempo de guerra. Pero la burguesía hace todo lo posible e imposible para inculcar y apoyar esta idea. El desconocimiento de la política exterior por las masas de la población está incomparablemente más extendido que su ignorancia en materia de política interior. El “secreto” de las relaciones diplomáticas se observa como cosa sagrada en los países capitalistas más libres, en las repúblicas más democráticas.

El engaño de las masas populares en lo que respecta a los “asuntos” de la política exterior se ha convertido en un verdadero arte, y este engaño causa un gravísimo daño a nuestra revolución. Millones de ejemplares de periódicos burgueses esparcen por doquier la ponzoña del engaño.

Con uno o con otro de los dos grupos gigantescamente ricos y gigantescamente poderosos de buitres imperialistas: así plantea la realidad capitalista el problema fundamental de la política exterior de nuestros días. Así plantea este problema la clase capitalista. Y así lo plantea también, por supuesto, la gran masa pequeñoburguesa, que conserva los viejos prejuicios y opiniones capitalistas.

Para quienes circunscriben su pensamiento a los límites de las relaciones capitalistas es incomprensible que la clase obrera, si es consciente, no puede apoyar ni a un solo grupo de buitres imperialistas. Y viceversa, al obrero le son incomprensibles las acusaciones de inclinarse hacia la paz por separado con los alemanes, o de servir de hecho a esa paz, lanzadas contra los socialistas que permanecen fieles a la unión fraternal de los obreros de todos los países contra los capitalistas de todos los países. Estos socialistas (y, por consiguiente, también los bolcheviques) no pueden aceptar ninguna paz por separado entre capitalista. Ni paz por separado con los capitalistas alemanes ni alianza con los capitalistas anglo-franceses: tal es la base de la política exterior del proletariado consciente.

Nuestros mencheviques y eseristas, que se rebelan contra este programa y temen romper con “Inglaterra y Francia”, aplican en la práctica un programa capitalista de política exterior, adornándolo con una elocuencia florida e inocente, en a que abundan frases como “revisión de los tratados” y declaraciones a favor de la “paz sin anexiones”, etc. Todos esos buenos deseos están condenados a seguir siendo vacuidades, pues la realidad capitalista plantea la cuestión categóricamente: o subordinación a los imperialistas de uno de los grupos, o lucha revolucionaria contra todo imperialismo.

¿Existen aliados para esa lucha? Existen. Son las clases oprimidas de Europa, en primer término, el proletariado; son los pueblos oprimidos por el imperialismo, en primer término, los pueblos de Asia, como vecinos nuestros.

Los menchevique y eseristas, que se denominan “demócratas revolucionarios”, siguen en realidad una política exterior contrarrevolucionaria y antidemocrática. Si fueran revolucionarios, aconsejarían a los obreros y campesinos de Rusia que se pusieran al frente de todos los pueblos oprimidos por el imperialismo y de todas las clases oprimidas.

Entonces se unirán contra Rusia los capitalistas de los demás países” objetan los pequeños burgueses acoquinados. Eso no es imposible. El demócrata “revolucionario” no tiene derecho a negar la posibilidad de toda guerra revolucionaria. Pero la probabilidad práctica de una guerra de ese tipo no es grande. Los imperialistas ingleses y alemanes no podrán “reconciliarse” contra Rusia revolucionaria. La revolución rusa, que ya en 1905 originó revoluciones en Turquía. Persia y China, colocaría en una situación muy difícil, tanto a los imperialistas alemanes como a los ingleses si estableciera una alianza verdaderamente revolucionaria con los obreros y los campesinos de las colonias y semicolonias, contra los déspotas, contra los kanes, por la expulsión de los alemanes de Turquía, por la expulsión de los ingleses de Turquía, Persia, India, Egipto, etc.

A los socialchovinistas, franceses y rusos, les gusta remitirse a 1793 para encubrir con esta referencia efectista su traición a la revolución. Pero en nuestro país no se quiere pensar precisamente en que la democracia verdaderamente “revolucionaria” de Rusia podría y debería actuar, con respecto a los pueblos oprimidos y atrasados, en el espíritu de 1793.

En “alianza” con los imperialistas, es decir, en vergonzosa dependencia de ellos: tal es la política exterior de los capitalistas y de los pequeños burgueses. En alianza con los revolucionarios de los países avanzados y con todos los pueblos oprimidos, contra todos los imperialistas: tal es la política exterior del proletariado”.

V.I.Lenin

Publicado en Pravda, núm. 81

27 (14) de junio 1917

Publicaciones relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba

Si continuas utilizando este sitio aceptas el uso de cookies. más información

Los ajustes de cookies de esta web están configurados para «permitir cookies» y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en «Aceptar» estarás dando tu consentimiento a esto.

Cerrar